No se equivoca, astuto lector: es 31 de diciembre y estamos a punto de decir adiós al año más deprimente de nuestras vidas. Pero entiendo que tenga dudas si sigue siendo usted de esos héroes que ven, sin recibir un sueldo a cambio, todos los partidos del Barça. Estoy en condiciones de confirmarle que era la 16ª jornada de Liga lo que se disputó este martes en el Camp Nou contra el Eibar, aunque pareciera más bien el Gamper o una semifinal de la Audi Cup. Pero eso no importa a Ronald Koeman, instalado en una pretemporada eterna.
El equipo y el sistema con que el bueno de Tintín empezó la Liga y el que plantó frente al Valladolid y el equipo armero en la última semana se parecen como un huevo a un caganer. Pero no se trata solo de nombres o de combinatoria en las diferentes líneas, sino de la escasa solidez en una propuesta tan fluida que se escurre entre los dedos. De los futbolistas, los primeros.
Entregado definitivamente el eje del equipo a un puñado de jovenzuelos y paracaidistas (Araújo-Pjanic-Pedri-Braithwaite en el último compromiso de 2020), los encuentros se tornan desencuentros y los futbolistas del Barça sufren las estrecheces del escaso margen de mejora que permite tanta improvisación. Aquellos con oído para el jazz, como el propio Pedri, De Jong, Dest o el reincorporado Dembélé, lo llevan un poco mejor. Pero para otros es la música del diablo.
No es nuevo en Koeman ese prurito de cambiar a un futbolista de posición en cada partido. Pero sí lo es añadir al batiburrillo el riesgo de jugar con tres centrales y dos carrileros proyectados hacia arriba. Un fútbol así, tan holandés, exige precisión, versatilidad y pólvora. Ninguna de esas tres virtudes han sido los puntos fuertes de un Barcelona alicaído y partido en dos, si no en tres, durante la mayor parte de la temporada.
Bien está que Koeman las quiera trabajar ahora, pero quizá debía de haber empezado antes, caray. En especial, porque este 3-5-2 parece un lugar donde Messi, Alba y Dembélé podrían sentirse vertiginosos, y eso sería un cambio agradable sobre el apelmazamiento que ha sido la seña de identidad de un Barça vapuleado. Pero claro, si en vez de Alba juega Firpo, en lugar de Messi, nadie, y los que han de culminar las jugadas de ataque son Griezmann y Braithwaite... todo es mucho más difícil. Seguramente lo siga siendo en 2021. Sobre todo, porque ahora sí que no hay quien venda a Coutinho.
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