Que el año del Barça iba a ser molto longo ya lo sabíamos todos desde que Messi apareció el pasado septiembre en chancletas para aplazar su salida del club en cuerpo, que no en alma. Para recoger balones de oro sí que se ponía traje, el jodío. Aunque cierto es que se lo esponsorizaban.
El Barcelona 2020-21 ya ha vivido varias semanas como la que ahora nos contempla, en las cuales el equipo despacha partidos desangelados y los pierde no solo con razón, sino con merecimiento. El único que puede hacer algo para que no lleguen muchas más es el entrenador, pero a día de hoy no se sabe si está por la labor. Y siendo 10 de diciembre ya, la cosa es un poco preocupante.
Lo va a tener difícil el rubio técnico azulgrana si se aferra a su 4-2-3-1. No porque sea una aberración, como muchos defienden machaconamente sin recordar que con el 4-3-3 llegaron éxitos, sí, pero también calamidades como los tres de Roma, los cuatro de Liverpool o los ocho de Lisboa. Sino porque hacen falta al menos cuatro cosas para armarlo: una defensa de pierna fuerte, un par de mediocentros que se integren en ella al mismo tiempo que circulan rápido la bola al ataque, un par de volantes que den amplitud al campo y un delantero centro que no pare de moverse.
Pero entre lesiones, fichajes pensados para un modelo que ya no se practica y cientos de millones astillados en mediapuntas para que al final acabe jugando ahí Pedri, a día de hoy no se dan ninguna de las cuatro. Así, el sistema que debería permitir al Barça un despliegue masivo y un repliegue eficiente, como alguna vez ha hecho durante lo que llevamos de temporada, se ha convertido ahora en un sarcófago futbolístico. Y esto no es como en las películas, astuto lector: la momia no se va a levantar de pronto a bailar break dance (nueva disciplina olímpica) y aterrorizar a sus enemigos. Solo se va a quedar ahí, amojamándose y cogiendo polvo.
Soluciones posicionales hay, pero muchas menos que problemas. O si lo prefiere usted, soluciones que de hecho crean problemas nuevos. Aunque Messi volviera a jugar en banda ante las ausencias de Ansu y Dembélé, otras piezas de altísimo coste y una calidad innegable seguirían fuera de sitio y aportando poco. Encomendarse al trabajo de Braithwaite como '9' para abrir espacios y cazar algún centro resultaría en un problema similar. Alinear de volantes a Junior Firpo o Konrad ídem. Y dejar solos a De Jong o Busquets en el pivote destaparía la falta de interiores en una plantilla con cinco 'dieces' y solo un par de 'ochos', uno de los cuales además es el lateral derecho suplente.
Pero Koeman no tiene más remedio que decidirse: o mantiene el sistema o mantiene a los jugadores antisistema. Las dos no parece que puedan ser. Tiempo hay para rectificar, porque oiga, a mí las crisis démelas usted todas en diciembre y clasificados en el grupo de Champions. Molto longo, acuérdese.
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