A ver, astuto lector: da igual que la política de fichajes culé le parezca a usted más o menos acertada. Estará conmigo en que hay dos tropelías que definen en gran parte las tribulaciones del Barça 2020, un equipo prometedor pero malhadado y vodevilesco. Las contrataciones de Coutinho y Griezmann distaron unos meses en el tiempo, pero tienen mucho en común. Y sí, lo ha adivinado, casi todo es malo.
No solo se trata de los dos jugadores más caros de la historia del Fútbol Club Barcelona, que se dice pronto y además solo se puede decir si uno cree que el coste (que no el precio) de Neymar fue inferior a 120 millones. Además, Philippe y Antoine comparten una cualidad absurda: se les fichó, después de más de un mercado intentándolo... para ponerlos a jugar en una posición que no era la suya.
Que el brasileño es un mediapunta especialista en el contraataque y el francés un segundo delantero que vive de irrumpir en el área lo sabía cualquiera que los hubiera visto jugar 30 minutos o más. Que cuando se les fichó, el Barça llevaba años jugando con un 4-3-3, sin mediapunta ni segundo delantero, también les sonaba hasta en la isla de Sentinel del Norte, esa adonde si llegas en barco te reciben los lugareños a lanza limpia. Así que Cou llegó para hacer de interior en un equipo devoto del juego estático, y no contentos con que aquello fuera un absoluto desastre, tres 'mercatos' después trajeron a Griezmann para jugar alternativamente de extremo derecho, extremo iquierdo, delantero centro y nada. ¿Qué podía salir mal?
Lo de Coutinho va camino de arreglarse porque Koeman ha tenido a bien plantear una variante del clásico sistema del Barça que sí habilita una posición de mediapunta en el dibujo. De hecho, su gol del otro día en el estreno de Champions le ha sacudido definitivamente del uniforme al '14' la insignia de 'bulto sospechoso' que este mismo septiembre acompañaba a su dorsal. Pero lo de Griezmann se ha convertido ya en una versión patética de 'Esperando a Godot'. No solo Godot nunca llega, sino que además raja de que no le ponen donde tiene que jugar.
Su mayor problema es que, mientras Griezmann dice y no dice cuál es ese mágico puesto del 4-2-3-1 donde se vería sin demora al futbolista chispeante de la Real y el Atlético, el barcelonismo anda enamorándose de Ansu, Pedri y hasta Trincao. Mientras, Antoine les empieza a parecer cada vez más un inspector Javert que un Jean Valjean. Y cuando has costado lo que costó el francés y en tu primera temporada en el club acabas palmando la Liga y haciendo el ridículo contra el Bayern, no te puedes permitir el lujo de convertirte en el más miserable de Los Miserables.
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