Da un poco de vergüenza ajena ver que el entrenador del Barcelona vive ídem a la realidad. Ayer, inquirido en rueda de prensa por el desenlace de la Liga --ya saben, que el Barça empezara líder tras el parón por el maldito virus y que el Madrid vaya a ser campeón casi seguro esta noche, con una jornada más por disputarse-- Quique Setién le echó bastante rostro: "Tampoco siento que haya hecho tan mal las cosas por haber empatado tres partidos". Lo hizo con matices y salvavidas, claro. "Yo asumo mi parte de responsabilidad sobre la situación en la que estamos". Pero lo hizo.
No solo chirriaron sus respuestas como uñas en una pizarra porque horas antes Luis Suárez sí había sido capaz de reconocer que el Barça había tirado la Liga. Y no es como si él tuviera poca participación en ello, siendo el delantero centro titular. Sino porque es obvio que empatar tres partidos no es tan grave como que a uno le enchufen goleada tras goleada en su estadio. Faltaría más. Pero hacerlo en un lapso de cuatro jornadas es tremendo. Incluso contando con que el Barça ganara hoy, en la décima fecha liguera que se disputa desde que la competición se reanudó, esa catastrófica racha significa perder puntos en el 30% de los partidos. Algo que queda muy, muy lejos del camino de un equipo campeón.
Escuece especialmente el empatazo a cero de Sevilla. ¡Qué menos que hacer un gol en todos los partidos cuando te estás jugando el título! Pero sobre todo asombra que un técnico al que se presumía arrojado pero que luego se ha acabado jugando las habichuelas con los mismos once cabrones de siempre, que diría Toshack, se permita el lujo de apoltronarse de esa manera. El orgullo es un valor cuando está bien entendido, y el orgullo de Setién ayer no hay quien lo entienda.
En trances como este recuerdo que Ángel Cappa me contaba su admiración por el técnico mexicano Javier Aguirre en las ruedas de prensa en que lo esperaban con los cuchillos afilados. "Es magnífico", me decía. "Un periodista le pregunta: 'Les han metido cuatro goles a balón parado en tres partidos, ¿no cree que el equipo está haciendo el rídículo en esas jugadas?'. Y El Vasco, en lugar de enfadarse, le responde: 'Pues la verdad es que tienes razón, sí, así que esta semana vamos a hacer un plan especial y las vamos a entrenar muy bien, porque es verdad que esto no puede ser'. ¡Y así desarma la crítica completamente!".
A Setién no le hacía falta torear con tanta maestría, tan solo mostrar un poco más de la humildad que se le presupone. Mucho ha cambiado desde los días en que aseguraba: "Ayer paseaba con mis vacas, hoy entreno a los mejores del mundo". Resulta que ahora esa posición de privilegio le parece cosa hecha. Y, según él, no peligra por cosas tan nimias como empatar tres partidos de cuatro y palmar una Liga en la que iba líder. La temporada que viene se ve en el banquillo, y está en su derecho de transmitirlo así, pero ya puede tener suerte y acierto en Champions, porque ahora mismo no sé si lo veo tanto de vacaciones como de vacas. Paseando solo. Empatando partidos con el Barça solamente en el prado de sus recuerdos.
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