Pues sí, al Barça se le ha puesto cara de que se le escapa la Liga. Pero si lo que busca usted es histeria, crujir de dientes y pucheros, ha entrado en el blog equivocado, astuto lector. Que el Barça debería jugar un poco mejor al fútbol, y quizá así no se viera en esta tesitura, es palmario. Setién, además, eligió ante el Sevilla y desde entonces el camino de menor riesgo: dejar en manos de la jerarquía del vestuario una tarea para la que el vivaracho (aunque escaso) sector joven de la plantilla quizá tenga más capacidad ahora mismo, como se demostró el otro día contra el Athletic. El bullicio y la efervescencia de Ansu y Riqui Puig le sientan mejor al Barça que el tranco espeso de un grupo de veteranos que aspira a dominar el juego pero arrastra pesadez de piernas. Y, sobre todo, de ideas.
Pero miren, tampoco se puede culpar al técnico del Barça por ser reservón en lugar de disruptor en unas circunstancias y una competición tan excepcionales. Menos aún, atesorando tan poca ventaja sobre el VARdrid, resultado de los propios deméritos culés durante la temporada. Las posibilidades azulgranas de campeonar o no campeonar estaban, seamos sinceros, casi al 50%. Si en el Pizjuán Quique llega a sacar de inicio a los chavales y hay naufragio, el mismo eco de las gradas vacías que amplifica un empate a cero en feudo sevilista como una debacle le habría hecho pitar los oídos.
En estas circunstancias no hay opción buena más que ganar todos los partidos, y no se puede uno extrañar de que ante esa tesitura un entrenador de fútbol intente correr el menor riesgo posible. Lo raro sería que montara una revolución. Aunque ya saben lo que pasa con la historia y los cobardes. Y que, creo yo, a Setién lo ficharon por valiente. Para lo otro ya se podía haber quedado Valverde.
Algo de margen le queda al Barça para resucitar, pero el VARdrid había sido mucho mejor físicamente durante la temporada, pese a las lorzas de Hazard, y en este esprint final no se aprecia excepción a la regla. Como buen equipo envejecido y vividor, cuyo estandarte son los 33 recién cumplidos de Messi, al Barcelona las distancias largas le favorecen más que las cortas. No hay más.
Si su gran estrella ya es pero que bien treinteañero, el Barça en sí es más bien cuarentón. El asunto tiene remedio, claro. Quedan bastantes partidos y no es que su máximo rival sea un prodigio de fiabilidad, de ahí que cientos de miles de sus aficionados lo dieran por muerto en cuanto el Barcelona le enchufó el primero al Mallorca a los 2 minutos de partido.
Sin embargo, la falta de jugadores profundos por banda, las carencias en cuanto a la llegada desde segunda línea, la inoperancia defensiva en los centros al segundo palo y otros asuntos tácticos que no son precisamente menores subrayan con amarillo fosforito el gran problema del Barça esta temporada. El mismo por el que Messi no daba un duro por ganar la Champions antes de que el maldito virus llegara a nuestras vidas: el equipo no está todo lo trabajado que debería. Y eso, en la meca del fútbol táctico, es pecado mortal.
Sobre todo, porque para ganar un día tras otro al puro zafarrancho hacen falta frescura, querencia por la entropía y además una buena dosis de torpeza arbitral. Pero bueno, ya saben ustedes que, ahora que el VARdrid va primero, hablar de árbitros es de mal gusto.
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