Como veo que no hay que explicar mucho más de la tormenta en la junta directiva del Barça (hubo un vicepresidente que, como decían en aquel cómic, quiso ser califa en lugar del califa y ahora se defiende diciendo que apuñalar cara a cara no es apuñalar, hay que tenerlos cuadrados...), prefiero dedicar este espacio a recordar a Radomir Antic. El técnico serbio, una de esas personas amables y sensatas que brota de vez en cuando entre la mala hierba del fútbol, falleció esta semana. Permítanme que contribuya a que su obituario no quede en una nota al pie, sepultado por la tragedia de esta epidemia delirante que nos asfixia.
A Rado se lo va a recordar por el Doblete del Atlético, una locura de primavera sustentada en la bota de terciopelo de un jugador con aspecto de empleado de banca, Milinko Pantic, y en las torvas miradas de unos cuantos guerreros del fútbol no exentos de calidad como Simeone, Caminero, Penev o Vizcaíno. Pero el paso de Antic por el banquillo azulgrana merece, a mi juicio, ser la más brillante medalla de plata de su olímpica carrera. Cierto es que en el Camp Nou no logró título alguno, pero muchos que recordamos la época diríamos que hizo algo incluso mejor: sacó al Barça de la mierda.
Al culé post millennial, acostumbrado al ballet del bolshoi en el centro del campo y a ver sobre el césped a un muchacho con el 10 que se va de todo el mundo y mete 50 goles por temporada, le sonarán a chino nombres como Joan Gaspart, Serra Ferrer, Petit, Rochemback y Christanval. Pero durante varios años fueron el cuchillo y tenedor de un Barça al que Van Gaal descosió y volvió a coser como un pelele de trapo que tampoco se sostenía solo de pie al final del recauchutado. Sin entrar en más detalles, cuando la etapa del holandés como entrenador del Barça finalizó, a mitad de la abrupta temporada 2002-03, el Barça iba decimoquinto en la Liga, a tres puntos del descenso. Créanme, yo lo vi. Y lo que apareció por la puerta fue un señor sonriente y gordito, con el pelo plateado y bronceado marbellí. Pero que sabía de fútbol y, sobre todo, de futbolistas.
El camino fue largo y tortuoso, pero el Barça terminó la temporada en sexta posición, esto es, clasificado para disputar competición europea. Y con un tal Andresito Iniesta Luján, dorsal 34, más convencido de que podía tener una oportunidad de asentarse en el primer equipo azulgrana. Radomir se marchó con la misma cara de interino con que había llegado, pero a mí no se me olvida la gente que te saca las castañas del fuego.
Y también sé que cuando esta era de oropel, sextetes, tripletes, dobletes y ocho ligas de las últimas diez llegue a su fin, volverán las oscuras golondrinas a hacerse caca en nuestra cabezota. Y entonces querré que venga a entrenar al Barça un tipo como Antic. Demonios, me hubiera parecido bien que lo ficharan a él mismo, con más de 70 palos y delicadito como estaba. Pero ya no podrá ser. Nos queda su memoria, que es la nuestra. Y un doblete de memento mori : algún día nuestra sonrisa, por contagiosa que sea, se marchará de este planeta, y algún día el Barça volverá a estar a tres puntos del descenso. Disfrutemos mientras podamos.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana