Ya puede aplicarse el Barça con el fichaje de Ángel, ya. Y no para contentar al muchacho, sino para convencer al ultra merengón y presidente azulón, Ángel Torres, de que maquille la cantidad del traspaso con cuantas más variables, plazos y cortinas de humo mejor. Ahí hace falta una obra de orfebrería, neng. Porque si al Barça le toca astillar los 10 millones de rigor por este delantero de 32 años al que no le han visto jugar 15 minutos seguidos ni los calvos parabólicos, y encima habiendo vendido hace literalmente días a Carles Pérez a la Roma por 13 'kilos', se va a liar.
No digo con esto que el amigo Pérez estuviera para jugar en el Barça. A mí nunca me lo pareció, desde luego. Y todas esas odas al esfuerzo y la contumacia que se sacaron de la manga los estetas de la épica me la traen al pairo. Lo he dicho muchas veces: el Barça no es una ONG. Si con tu calidad y tu esfuerzo solo te da para jugar en la Serie A, como a Cristiano, toca asumirlo. La prueba es que solamente se acuerda usted del bueno de Carles cuando se lesionan dos o tres delanteros del primer equipo. En esas circunstancias, perdóneme, pero vale cualquiera. Se buscan atacantes como quien compra mejillones congelados a granel: se mete la pala en el cajón y que salga lo que dios quiera.
El problema es que esto el Barça solía tenerlo en casa. Recuerde la plantilla del triplete, con Gudjohnsen, Martín Cáceres, Hleb... todos internacionales, todos anecdóticos porque no hubo que lamentar lesiones muy graves. Incluso había tres porteros, tú. Pero llegó la hiperinflación salarial y del mercado, y con ella la dificultad de contar con jugadores de ese corte. La milonga de la 'plantilla corta' empezó a sonar de fondo como una bachata de chiringuito. Y el recurso a La Masia se proponía como la alternativa que eriza el vello. Pero ay, resulta que en este mercato invernal con la cantera del Barça se ha hecho negocio. Se cambió el orgullo culé por un plato de lentejas.
En efecto, que ahora venga Ángel es descorazonador. Igualmente rocambolesco sería el fichaje de Lucas Pérez, ex del Arsenal (te tienes que reír) o el de Willian José, breve canterano del Madrid (el desorine). Pero una emergencia es una emergencia, y toca apechugar. Y pensar en Lautaro Martínez, que (quizá) aterrizará en el Barça cuando Messi tenga ya cumplidos los 33. La contemplación del abismo que será el final de la carrera de Leo es pasto para los diablos del barcelonista. Y una mezcla de azar e incompetencia la reflotan con demasiada frecuencia, caray. Así que en el hoy culé, con la Copa perdida (aunque un día tonto en San Mamés lo puede tener cualquiera), no hay ángeles que valgan. Solo demonios.
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