La operación Rodrigo se malogró. La mayor parte de ella fue un cambalache de ese prestidigitador llamado Jorge Mendes, un buscavidas capaz de pagar de su bolsillo unos premios en Dubái solo para que el de mejor jugador se lo den al decrépito Cristiano. Y claro, como la gestionó Abidal, adivinen qué equipo se quedó compuesto y sin delantero mientras una generosa comisión por el traspaso de Bruno Fernandes del Sporting de Portugal al Manchester United aterrizaba en el bolsillo de don Yorye. Bueno, el Barça se quedó sin presunto delantero, porque si hay un dato esperanzador en todo este fichaje echado a perder es la media realizadora del propio Rodrigo: 0,17 goles por partido esta temporada, bastante por debajo del nada espectacular 0,27 que firma en su carrera como atacante del Valencia.
Oiga, ¿entonces exactamente por qué iba a pagarle el Barça una morterada al mismo equipo al que ya le fichó a André Gomes, Alcácer o Neto, con nada erótico resultado? No se entiende, porque aquí lo que ocurre no es que los blaugrana anden necesitados de un atacante complementario, lo que sucede es que Luis Suárez está lesionado. Y la media del charrúa en su carrera de azulgrana es de 0,71 goles por partido. O sea, como la de Rodrigo este año pero justo al revés. Me disculparán que no derrame ni una lágrima por no vestirle la samarreta al muchacho, a la sazón canterano madridista. Tampoco se trata de hacer demagogia, pero qué menos que venga un 'nueve', o al menos un 'ocho y medio' capaz de marcar más de 20 goles para su equipo en cualquier temporada. Bueno, y que ese equipo no sea el Eintracht de Frankfurt, claro.
Cabe preguntarse si la propuesta de Setién, un fútbol tan grandilocuente como desdentado, que invita a los rivales a agazaparse y volar por las bandas a la menor ocasión, sería tan furibundamente criticada si Luis Suárez hubiera podido disfrutar de este Barcelona consagrado a hilvanar el ataque como si fuera un fino bordado plateresco. Porque de lo que no albergo dudas es de que Valverde estaría en la calle aunque no se hubiera lesionado el uruguayo. Quizá solo habría que haber esperado hasta junio. E intuyo que, con Setién, el feroz revoloteo de Luisito sería el cascabel que convertiría en venenosa la mordedura azulgrana. De hecho, los mejores minutos del Barça en la debacle de Mestalla llegaron con Vidal ejerciendo parecidas funciones.
En todo caso, revisando la palmatoria en Valencia y consultando el vademécum culé, tanto la enfermedad como su tratamiento están muy claros: igual que sucedía en tiempos de Pep o Tito, el Barça es inoperante en el ataque posicional cuando en lugar de con dos jugadores capaces de romper una línea defensiva con el balón controlado (Iniesta-Messi, en aquellas épocas) cuenta solo con uno (Leo). Así no hay manera de generar espacios ni superioridades en la frontal del área. Y la medicina para eso no es un delantero, precisamente. Pero bueno, si van a ficharlo de todas formas, que al menos sea uno que marque un gol por partido. O se quede cerca. Porque para movilidad y presión ya tenía el Barça a Carles Pérez. ¿O no?
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