"Nos ha faltado algún desmarque, alguna decisión para hacer gol", dijo Ernesto Valverde en la rueda de prensa posterior a la derrota de San Mamés refiriéndose a la segunda parte de su equipo. No sería el desmarque de Aduriz, identificado por Semedo como peligro menor en el área. Dios te conserve las piernas, Nélson, porque de capacidad de análisis no vas sobrado. Y, seamos sinceros, lo mismo se puede decir del técnico azulgrana, al menos cuando comparece en público.
Una parte del barcelonismo que es cada vez más difícil de ignorar para Bartomeu se ha hartado definitivamente de que El Txingurri le quiera vender chatarra como si fueran reliquias. Para empezar, porque arranca otra temporada y ven que todo el peligro real generado por el Barça en la primera jornada liguera llega en una cesión suicida de Unai López que Suárez convierte en un remate a la pata coja, un trallazo de Rafinha (ambos en el primer tiempo, ejem) y algún que otro balón parado blandito. Y claro, replican al "nos ha faltado algún desmarque" con un "no lo sé, Rick, parece falso". Porque el Barça perdió, lastrado por un (otro) ataque de entrenador que llevó a los culés a estrenarse en la Liga con un once incongruente. La ansiedad de no contar con Messi debe suplirse siempre con automatismos consolidados y pierna fuerte, haciendo restallar el látigo desde el minuto uno para que el rival no se atreva a enseñar los colmillos. Por el contrario, Valverde arrojó a los suyos a los leones con apenas una silla de plástico del Alcampo para mantenerlos a raya. No es la primera vez.
Alinear a un centro del campo inédito y una delantera sin minutos de rodaje fueron elecciones del técnico, igual que repetir once contra la Roma y contra el Liverpool pese a la evidencia de que sus victorias en la ida habían sido engañosamente abultadas. Como dejar el pasado viernes a Rafa, el único que podía ejercer como 'Messi interino', en el banquillo. Solo la fatalidad de la lesión de Lucho lo encauzó hacia el césped, donde el arrastre de sus diagonales creó en la defensa del Athletic los mismos desequilibrios... que cuando a Messi lo sufría el propio Valverde desde el banquillo rojiblanco.
Así las cosas, casi nadie se cree que el debate pertinente esta semana sea si fichar o no a Neymar. Sobre todo, porque la mayoría de los quinientos y pico pases que dio el Barça en feudo bilbaíno pesaron una tonelada, empapados como estaban de improvisación. Eso no es un problema que vayan a resolver unos cuantos cientos de millones (al peso o en especie) a cambio del brasileño. Pero también es cierto que al culé le suele ir mejor cuanto más se parecen los delanteros del Barcelona a buenos centrocampistas, y de eso anda muy lejos Duermélé, que otra vez compareció en un campo de fútbol de élite medio lesionado y falto de siesta. Cualquiera se lo encaloma ahora al PSG... o al Girona.
Incluso con los percances en la delantera, que haya urgencia porque debute Leo en un equipo que viene de ser campeón de Liga dos campañas consecutivas con el mismo entrenador y reforzado con Griezmann y De Jong es un síntoma muy, muy pero que muy malo. Igual que la escasa repercusión que ha tenido el hecho de que Valverde se limpiara del primer once oficial del año a un Busquets que no está tan mermado por su físico como por el inoperante diseño de un medio campo al que en San Mamés le sucedió algo insólito: Jordi Alba, este sí, les tiraba desmarques por banda y no lo veían. Pero ya saben lo que opina el míster: "La posesión que vale es la que te da ocasiones de gol". Y yo no lo sé, Rick, pero a mí eso me parece un poco patraña. Y no soy el único.
El barcelonismo, cada vez más desmarcado de Valverde, anhela sonreír. Pero, al contrario que a Coutinho, no le vale con cambiar la camiseta azulgrana del Barça por la del Bayern. Lo que necesita es que su equipo vuelva a alinear los cuadros de la suya hasta que señalen el camino recto.
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