Ni cuadros de payasos llorando, ni películas de catástrofes, ni novelas de Nicholas Sparks (no, ni siquiera 'El Cuaderno de Noa'): no hay nada más triste que un futbolista brasileño triste. Cuando Coutinho llegó al Barça en enero de 2018, sonreía y acariciaba la bola como lo hacían Romário, Ronaldo o Denílson en aquel famoso spot televisivo de Nike en un aeropuerto al ritmo de la genial versión de 'Mais que Nada' de Sergio Mendes. Pero muy poco duró el 'O que eu quero é sambar'.
Estrella absoluta en el Liverpool pero paracaidista en el Barcelona a mitad de la primera temporada de Valverde, Philippe pasó a la fuerza por cinco meses de 'adaptación', inane y maldito sustantivo que persigue incluso a los brasileiros más bregados en esto del fútbol europeo. Encima, sin poder jugar la Champions. Para cuando llegó al plantel azulgrana, Txingurri ya tenía más o menos elegido un once titular. Y, como es un tipo práctico, utilizó a Coutinho para lo más lógico: atornillar la Liga y dar descanso a sus piezas clave en el ataque. La tarea no era menor, y Philippe la saldó con buena nota (8 goles, 5 asistencias en 18 partidos). Pero acabó encasillado en un papel de revulsivo que no correspondía ni a su precio, ni a su salario ni a su sonrisa. Fue lo tercero, lo más débil de todo, lo que se desvaneció primero.
Sobre el papel, su incorporación parecía idónea. Valverde decidió hace tiempo que el Barça ya no domina, sino que ataca. Y pocos jugadores tan dotados para el ataque, entendido este como la pura transición ofensiva ejecutada a gran velocidad sobre espacios irregulares, que el ex 10 del Liverpool. Sin embargo, ni volcarlo al extremo izquierdo para condenarlo a cien recortes hacia dentro ni enclaustrarlo entre Iniesta (después Arthur o Vidal) y Jordi Alba se parecían en casi nada a lo que hacía vestido de 'red'. Al final, sucedió lo de siempre: que en el Barça el 10 lo lleva otro y a ti te encontré en la calle.
Que Philippe deje de ser culé hoy mismo parece complicado. Las conversaciones con el Tottenham no andaban mal encaminadas, pero en el último momento al señor Levy le enseñaron la cuenta y dijo que se había dejado la cartera en los otros pantalones. Quizá, después de todo, Cou tenga encaje en ese falso 4-2-3-1 que Valverde asomó en la primera parte del Gamper: Frenkie y Rakitic alternándose en el pivote, una línea de percusión con Dembelé, Riqui y Carles Pérez arrancando lejos de la frontal y Griezmann de delantero centro toreando a los centrales. Falta cambiar algunos nombres, claro. Pero ojo, los únicos minutos en que Coutinho fue Coutinho la pasada temporada sucedieron en una posición parecida a la que ocupó este domingo el fenomenal (aunque todavía muy tierno) Puig.
En cualquier caso, si se confirma su salida, bien esta misma tarde o en el próximo mercado de invierno (la misma gatera por la que entró y por la que nunca debería cruzar nadie con ese sueldo), Cou dejará el Barça habiendo ganado una Liga más que Gareth Bale. Pero también cumpliendo una vieja máxima que me acabo de inventar: no te puedes fiar de alguien que ha jugado más de 15 partidos en el Espanyol. ¿Cómo? ¿Qué Valverde jugó allí dos temporadas completas? Bueno, bueno, a mí no me líe, que tengo mucha prisa.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana