José Luis Núñez es, sin lugar a dudas, el presidente más importante de la era moderna del FC Barcelona. Por su concepción empresarial del fútbol, por su manera de entender la gestión de la primera entidad deportiva de Cataluña, puede decirse que es el Florentino Pérez del Barça. Llegó al Camp Nou con el club en quiebra técnica, con una deuda de 700 millones de pesetas (4,2 millones de euros), y lo dejó en 2000 convertido en referencia mundial. En sus 22 años de mandato, el constructor inmobiliario de Baracaldo modernizó las estructuras de la sociedad, amplió su base social, multiplicó las peñas, levantó la residencia de La Masia y el Miniestadi, amplió el Estadi, y compró los terrenos de Sant Joan Despí donde hoy se asienta la Ciudad Deportiva. Convirtió al Barça en un gigante. El paralelismo, en este sentido, con el presidente del Real Madrid es muy evidente. Pero hay más.
Núñez tuvo claro que para dinamizar la economía del club tenía que hacerse con los mejores futbolistas y para ello, no dudó en 1982 en dinamitar el mercado de fichajes para hacerse con Diego Armando Maradona. Pagó por El Pelusa 1.200 millones de pesetas (7,2 millones de euros), cifra récord en aquella época. Romario, Ronaldo, Figo, Gary Lineker, Simonsen, Hansi Krankl, Quini, Schuster, Alexanko... fueron otros grandes futbolistas que recalaron en el Camp Nou bajo su presidencia. También fue pionero en arañar dividendos de ingresos atípicos, especialmente de los derechos de televisión, y en cerrar acuerdos con TV3 para que asumiera parte de los contratos de imagen de los jugadores. Sus cuentas siempre las cerraba con superávit. “Soy un ejecutivo nato”, me dijo en su lujoso despacho de Núñez y Navarro, en la calle Urgell, pocos días después de salir elegido.
Núñez visitó la capilla ardiente de Bernabéu
José Luis Núñez vivió intensamente su barcelonismo. Su relación con el Real Madrid fue explosiva. Una de las primeras cosas que Núñez hizo como presidente del Barça fue visitar la capilla ardiente de Santiago Bernabéu, fallecido el dos de junio. En Madrid, Núñez conoció a los máximos rectores del madridismo, entre ellos, a Luis de Carlos, con el que entabló una amistad personal que el tiempo, y el trato a causa de sus respectivos cargos -De Carlos sustituyó a Bernabéu en la presidencia del Madrid-, se encargó de extender a sus respectivas familias. El gesto de José Luis Núñez y el carácter afable y cordial de De Carlos, abrieron una nueva etapa en las relaciones Madrid-Barcelona, cuya máxima expresión fue la invitación cursada por Núñez a De Carlos para que asistiera, en mayo de 1979, a la final de la Recopa de Basilea contra el Fortuna de Düsseldorf. El presidente madridista regresó a Madrid encantado del trato recibido y lo bien que lo había pasado al lado de la plana mayor barcelonista.
Luis de Carlos, el president Josep Tarradellas y José Luís Núñez estrechan sus manos en 1980 / EFE
En diciembre, sin embargo, Núñez desempolvó, para sorpresa de De Carlos, la vieja hacha de guerra azulgrana y arremetió contra el Real Madrid y el entonces presidente del Colegio Nacional de Árbitros, José Plaza. Las palabras de Núñez indignaron de tal manera a Luis de Carlos, que anunció que no volvería a pisar el palco del Camp Nou ni participaría en ninguna reunión en la que estuviera el presidente Núñez.
Tarradellas medió entre Barça y Real Madrid
El rifirrafe verbal entre los dos presidentes de los dos clubes más importantes de España se produjo en un momento especialmente delicado para el país. Extrema debilidad del Gobierno de la UCD, con indicadores de paro y precios disparados y planeando sobre la cabeza de Adolfo Suárez una moción de censura del PSOE. Con este negro panorama, el 'president' de la Generalitat, Josep Tarradellas, días antes del partido de Liga que el Madrid debía disputar en Barcelona, tomó una decisión que dejaría a España boquiabierta. Tarradellas telefoneó a De Carlos y le preguntó si tenía inconveniente en verse con él, y con Núñez, en el Palau de la Generalitat.
-¿A usted le gusta el fútbol? -preguntó De Carlos.
-A mí nada -respondió Tarradellas-, pero no deseo que por el pretexto del fútbol se estropeen las relaciones entre Madrid y Barcelona y se origine un ambiente que no quiero, y menos ahora.
-Pues cuente usted conmigo, 'president'.
El miércoles 6 de febrero de 1980, Tarradellas convocó a los dos presidentes en el Palau de la Generalitat, y bajo un retrato del rey Juan Carlos con uniforme de almirante de la Armada sellaron la paz con un abrazo. Pablo Porta actuó de notario. Fue un gesto más simbólico que real porque las rencillas entre el Madrid y el Barça siguieron reproduciéndose en el futuro con Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz, hasta la llegada a Chamartín de Florentino Pérez.
Neeskens, Simonsen y las lágrimas de Núñez
Minutos antes de dar por acabado el encuentro, De Carlos comunicó a Tarradellas que la directiva del Real Madrid había acordado concederle la insignia de oro y brillantes del club. Núñez, al oírlo, se quedó estupefacto. “No, no, no, no se la puede poner porque yo no he traído la mía”, protestó. Tarradellas ladeó la cabeza, levantó los hombros y mirando a Núñez con ojos de águila, apostrofó: “No se preocupe, ahora, a la salida, el señor De Carlos me pone la insignia y yo digo que ya tengo la del Barcelona para que nadie quede mal”. Y así se hizo. Por cierto, ganó el Madrid (0-2) en la noche memorable e histórica del británico de ascendencia jamaicana Laruie Cunningham, verdadero artífice de la derrota del equipo de Rifé.
Allan Simonsen, vitoreado en la Plaça Sant Jaume tras la conquista de la Recopa contra el Standard de Lieja / ARCHIVO
La final de Basilea representó un punto de inflexión en la gestión de José Luis Núñez. Yo viví el recibimiento del equipo en la plaza de Sant Jaume desde el balcón del Ayuntamiento. Fue la exaltación barcelonista más grande nunca vista hasta entonces y uno de los muchos momentos surrealistas que vivió Núñez en sus más de dos décadas de presidencia. En medio de la celebración, los aficionados empezaron a gritar “Neeskens, Neeskens, Neeskens”, en señal de protesta por la decisión del club de dar la baja al centrocampista holandés para fichar a Allan Simonsen, Balón de Oro en 1977 con el Borusia Mönchengladbach. Llegaron a pedir su dimisión. Y fue de nuevo Tarradellas quien tuvo que calmar a un Núñez lloroso.
Cruyff y la no-política, claves de su gestión
Pero con independencia de las luces y sombras que hubo en el longevo mandato de José Luis Núñez, el constructor logró hacer bueno el lema electoral con el que se había presentado a sus primeras elecciones, Per un Barça triomfant. A lo largo de los veintidós años como presidente del FC Barcelona, el club conquistó 140 títulos oficiales entre las cuatro secciones profesionales, 27 en fútbol, entre ellos, la primera Copa de Europa. Aunque su gran éxito fue apostar por Johan Cruyff como técnico. Desde entonces nada ha sido igual en el FC Barcelona.
Caricatura de un José Luis Núñez triunfador / DANI SOLER
Y un último apunte no menor. José Luis Núñez consiguió que el Barça estuviera al margen de banderías políticas y actuó de dique de contención de las reiteradas embestidas nacionalistas, especialmente por parte de Convergència i Unió, para hacerse con el control del club. Aquella tarde en su despacho de la calle Urgell, me dijo: “De los estudios que hice del socio, saqué en conclusión que el socio barcelonista es un 5 por ciento un hombre político y el 95 por ciento restante sólo piensa en los éxitos deportivos del Barça como tal. Dentro del Barcelona no se debe hacer política de partido... Yo soy un presidente que siempre ha respetado las ideas políticas de todos los barcelonistas”. José Luis Núñez nació en Baracaldo (Vizcaya), el 7 de septiembre de 1931, y falleció en Barcelona, el 3 de diciembre de 2018.