Joan Francesc Ferrer, Rubi, fue un futbolista más técnico que aguerrido, más exquisito que combativo. Muy disciplinado tácticamente, tuvo a Paco Flores como entrenador del Espanyol B que logró el ascenso a Segunda B en los años 90. Esa temporada, el filial jugaba en Sarrià. Rubi, un enfermo del fútbol, era un jugador diferente, muy analítico, al que le gustaba debatir sobre cuestiones tácticas con los periodistas: de la presión al rival, del marcaje zonal, de la basculación de los jugadores, del contraataque, de las aportaciones de los grandes entrenadores, etcétera. El fútbol ya era su gran pasión, pero no sabía entonces si años más tarde podría ganarse la vida como técnico o trabajaría en la mayorista de viajes de su familia: Transrutas.
El misterio, tras dirigir a equipos de presupuesto muy reducido (Sabadell, L'Hospitalet, Benidorm...), se resolvió el día que fichó por el Girona, club con el que firmó una meritoria temporada que mereció mejor premio (el equipo rojiblanco se quedó a las puertas del ascenso a Primera). El premio fue su fichaje por el Barça. La suya fue una apuesta personal de Tito Vilanova, un técnico muy analítico que buscaba un socio fiable. Un ayudante que, tácticamente, aportara más que Jordi Roura.
Tito y Rubi, dos teóricos del fútbol, debían liderar el Barça de la temporada 2013-14. Un año antes, el equipo había ganado la Liga, pero Tito quería perfeccionar el funcionamiento de la máquina azulgrana. Rubi logró un buen contrato, pero el desafío deportivo era inmenso. Mucho más importante. Trabajar con Messi, Neymar, Xavi, Iniesta, Sergio Busquets, Piqué y compañía era un regalo divino para el técnico de Vilassar de Mar, perfeccionista y devoto del fútbol bien elaborado.
El entreandor del RCD Espanyol, Joan Francesc Ferrer 'Rubi'
La vida, sin embargo, fue muy cruel con Tito. A principios de verano, gozaba de buena salud. Los últimos exámenes médicos avalaban la total recuperación del técnico, pero a finales de julio todo se torció. El maldito cáncer se había reproducido y Sandro Rosell, entonces presidente del Barça, apostó por el Tata Martino como máximo responsable técnico del primer equipo.
El Barça vivió un año complicado, con un cuerpo técnico superpoblado, y con Rubi relegado a un discreto tercer plano. Sin el poder de decisión que Tito Vilanova quería otorgarle. Nunca levantó la voz, al menos públicamente, y aquella pesadilla terminó de la peor manera posible: con el fallecimiento de Tito y el Atlético de Madrid ganando la Liga en el Camp Nou. El ciclo de Rubi en el Camp Nou terminó muy pronto. Demasiado.
Cuatro años después, y tras una temporada histórica en el Huesca, Rubi lidera la espectacular metamorfosis del Espanyol. Es el entrenador de moda en España. Su equipo, deprimido hace un año, vive en una nube, segundo clasificado en la Liga y con una propuesta futbolística muy atractiva. Sólo el Barça suma más puntos que el Espanyol y en Cornellà-El Prat han recuperado sensaciones que parecían enterradas para siempre.
El Barça de Valverde, mientras, vive en una montaña rusa. Es un equipo imprevisible, con mucho talento ofensivo pero demasiado vulnerable en defensa. Valverde conoce perfectamente la idiosincrasia barcelonista, pero su propuesta no es la misma que la de Johan Cruyff o Pep Guardiola, eternos referentes del modelo. El pragmatismo, posiblemente, es la mejor virtud del técnico extremeño, cuyo futuro en el Camp Nou es incierto.
La estructura deportiva azulgrana ya prepara un relevo que puede producirse en verano de 2019 o a medio plazo. Aspirantes habrá muchos, pero pocos técnicos tienen la mirada de Rubi. Su propuesta es suficientemente atractiva para seducir a Messi, a los jóvenes de las categorías inferiores y a la hinchada culé.