Koeman ha llegado para hacer un aquelarre a una plantilla que va más coja ahora que antes de empezar el verano. Sí, lo único bueno es que tenemos a Messi, pero cabreado, la solución es peor que el problema. Y, con este panorama, la gran sombra que todo lo oscurece y llena de interrogantes el nuevo Barcelona de esta temporada: Ronald Koeman. Dije en esta humilde columna, y por eso me han caído palos por todos los sitios, que sus problemas de actitud y compromiso profesional afectarían el rendimiento de los jugadores. De momento ya tenemos el primer ejemplo que se ha producido en menos de un mes desdeque lo avancé: los entrenamientos son, principalmente, por las tardes. Pese a ello, lo que resulta increíble es la mano ancha que tiene el holandés para hacer y deshacer sin argumentos. Y más aún, sin maneras. El més que un club es una frase que a Koeman le deberían tatuar en la frente para que le quede claro que este no es el camino.

Con la llamada a Suárez, avalada por la directiva de Bartomeu, ya vimos las maneras pueriles y maleducadas que gasta. Con el no, ahora sí, a Riqui Puig, todavía peor. Y lo que da más miedo: que esto pueda ser el preludio de una ruptura sin precedentes entre toda la plantilla y el club. Ya no hablamos de un sector del vestuario, si no de todos ellos. ¿Quién se ha pensado Koeman que es? Lástima que este año el Camp Nou no tenga la voz de los socios para recriminarle nada, aunque el voto de censura también le acabará pesando a un técnico que sólo cuenta con la garantía de una directiva, ahora mismo, a la espera de su futuro más inmediato. Hay tiempo de redirigir la situación: Súarez y Riqui Puig. A la tercera va la vencida, otro capítulo más como este deberá tener consecuencias.