Leo Messi, el mejor futbolista de la historia del Barça, ha dinamitado el club con un burofax en el que expresa su voluntad de romper unilateralmente su relación contractual y un idilio que comenzó hace 20 años y que se fue deteriorando en los últimos meses. El crack argentino estalló el día después de que el nuevo técnico, Ronald Koeman, comunicara a Luis Suárez, su gran amigo, que no contaba con él para la próxima temporada. Su falta de sintonía con Josep Maria Bartomeu era pública y notoria, pero la ruptura será traumática si Messi no atiende razones y persiste en su voluntad de irse gratis del Camp Nou.
El Barça, tarde o temprano, tenía que gestionar la salida de Messi. Nadie duda de su legado. Ningún futbolista ha sido tan trascendental durante tantos años. Desde 2008, el Barça ha sido el Barça de Messi, más allá de Guardiola, Vilanova, Martino, Luis Enrique, Valverde y Setién. Leo era el guía, el jefe de un equipo que lo ganó todo, pero pudo ganar mucho más, sobre todo en Europa. Si no lo hizo fue por un cúmulo de errores en la planificación deportiva de una entidad entregada a la magia y la autoridad del crack argentino, futbolista único y persona caprichosa donde las haya.
Europa, desde 2015, ha castigado a un Barça que no ha sabido renovarse. Un Barça cada vez más frágil y convulsionado. En 2019, tras el fiasco de Liverpool, el equipo necesitaba un plan de choque para evitar que todo se pudriera. Bartomeu esquivó sus responsabilidades, miró hacia otro lado y se encomendó a una plantilla viciada y demasiado bien pagada.
La temporada comenzó mal, con muchos reproches y un Messi cada vez más enojado desde el regreso fallido de Neymar, pasando por la destitución de Valverde y terminando con sus críticas a la estructura deportiva y a Setién.
La locuacidad de Messi, creciente, contrastaba con las prestaciones del futbolista en el campo. Sin la chispa ni la voracidad de hace una década, Leo perdió su varita y nunca se ha distinguido por ser un futbolista solidario. Él siempre ha ido a la suya y durante muchos años le bastaba al Barça con un par de genialidades suyas para resolver cualquier enigma. El problema llegó cuando Messi se volvió humano y no podía maquillar los muchos déficits de un equipo mal confeccionado y con muchos egos. En un fútbol cada vez más físico, Leo prolonga sus paseos en el campo para desesperación de Ter Stegen y su defensa.
Messi, desde 2005, ha hecho más grande al Barça, pero también ha sido grande gracias al club. Con Argentina, Leo nunca es D10S y pierde todas las comparaciones con Maradona. En Barcelona, Messi ha recibido el mejor trato posible desde 2000 y ha ganado más que nadie: unos 50 millones de euros netos por temporada desde la última renovación de su contrato.
Messi pudo desvincularse del Barça antes del 10 de junio pero no hizo uso de una cláusula de su contrato para rescindirlo. Ahora no puede irse de rositas y deberá aceptar un traspaso beneficioso para todas las partes. Está claro que Leo ha contactado ya con el Manchester City de Pep Guardiola, pero ahora le toca pasar por caja antes de firmar, posiblemente, el último gran contrato de su carrera profesional.
La historia de Messi con el Barça comenzó en una servilleta y terminará con un burofax. Show me the money, Leo, y gracias por todo. Sin Messi, el Barça inicia una nueva etapa que comienza con muchas curvas y que dentro de unos meses vivirá otro capítulo decisivo con unas nuevas elecciones presidenciales. El Barça del futuro empieza hoy con el objetivo de esquivar los años negros de un pasado no tan lejano. Bartomeu debe ser valiente y encomendarse a Koeman, un técnico con mucho carácter para rescatar a un equipo muy tocado.