Ferran Torres ha sido, desde el primer día que llegó a Barcelona, un jugador muy discutido. Es evidente que no ayudó, en ningún caso, su elevado coste de traspaso, casi 55 millones de euros, que fueron a parar a las arcas del Manchester City, si bien en este sentido no tiene ninguna culpa el jugador, sino los dirigentes y los técnicos a la hora de apremiar el cierre de la operación.
Ferran nunca ha contado con el beneplácito de las gradas. Su errática forma de jugar, falta de contundencia en el gol, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de un delantero, carácter introvertido y poca fortaleza mental, no le han ayudado en el camino, si no, más bien, todo lo contrario. Tras una primera media temporada salvable, con partidos muy meritorios, como el que firmó en el Bernabéu, siendo autor de uno de los cuatro goles que le cayeron al Real Madrid, empezó esta temporada con muchos problemas de confianza.
Tanto es así que Xavi dio el visto bueno a que el jugador acudiera a una ayuda externa, en este caso un psicólogo, para revertir la situación. Sin embargo, la espiral se agravó durante su estancia con la selección en el Mundial de Qatar, donde el jugador tuvo un papel irrelevante.
Su regreso de la cita mundialista sirvió para confirmar que Ferran estaba fuera de onda: en la banda izquierda no aportaba ninguna solución y su faceta goleadora era casi inexistente. Fue el momento en que su nombre empezó a aparecer entre la lista de candidatos de posibles salidas, donde, por cierto, aún no ha salido.
Y eso que ha habido brotes verdes con Ferran en estos últimos días. Para empezar, su rendimiento ha sido notable cuando ha jugado en la banda derecha, y además ahora ha incorporado al catálogo el acierto de cara a puerta: los dos últimos goles del Barcelona han llevado su firma (0-4 ante el Elche y 1-0 contra el Atlético).
Unos goles que son recibidos en el club con jolgorio y máxima satisfacción. Y no sólo porque están ayudando a que el equipo consiga esta Liga, sino porque sirven para revalorizar su cartel en el mercado. Un cartel que ahora mismo está muy por debajo de los 55 millones de euros que costó hace un año y medio. Eso significa que estamos ante una operación que dará pérdidas al club de una u otra manera: será imposible amortizar las cantidades que faltan, cercanas a los 40 millones. De hecho, en el club se vería con buenos ojos si llega una oferta de 25 millones, conscientes que pedir más estaría ahora mismo fuera de mercado. Eso sí, cada gol que marca el de Fois supone subir un poco la cotización. Y ya sabemos que la bolsa a veces es imprevisible, para lo bueno y para lo malo...