Mucha rumorología ha circulado a raíz de la separación confirmada de Gerard Piqué y Shakira sobre el futuro del central azulgrana en el equipo. Como ya avancé y, nuevamente por ello me ha caído la del pulpo, Xavi hace demasiado tiempo que no ve con buenos ojos la indisciplina del chico de la Bonanova. El desafío que ya le hizo asistiendo al Hormiguero de Pablo Motos para promocionar su fracasada Copa Davis justo cuando Xavi acababa de aterrizar en el banquillo y pedía más responsabilidad a los capitanes, es un precedente que ya marcó las expectativas que el técnico podría tener con él.
Pero en los últimos días ha circulado información contradictoria sobre el papel que pueda tener Piqué en el primer equipo: primero se habla que Xavi no cuenta con él, después que Xavi cuenta con él pero no como titular y, ahora, que le da una oportunidad porque parece que está centrado y le ha prometido dejar los negocios atrás.
La respuesta es mucho más sencilla: Xavi no lo quiere pero deberá lidiar con lo que tiene, pueda tener y le condicione la situación contractual de Piqué con el club. Vamos a ser claros de una vez: el carácter de Piqué siempre ha sido un problema. La marcha de Pep Guardiola vino motivada, entre muchas otras cosas, por verse incapaz de dominar ciertos perfiles dentro del vestuario. Entre ellos, el de la Bonanova. Es evidente que Xavi lo conoce desde entonces y también sabe los problemas que puede conllevar.
Pero debemos ser realistas en dos aspectos. De entrada, ahora Piqué pincha por todos los lados porque la edad, 35 años, y sus lesiones no le acompañan. Pero es innegable que pese a tener un carácter difícil ha sido un jugador top, pocos como él. Aunque, nuevamente, su carácter a veces pueda pesar más que su calidad. Mirando el ahora, porque lo que cuenta es el presente y no lo que hizo en un pasado no tan lejano, no hay ningún factor que le acompañe para que siga siendo un número uno en el club.
Y de aquí, el segundo aspecto. La herencia nefasta de la presidencia de Josep Maria Bartomeu hace que el club le deba pagar, por diferido, una cantidad indecente de millones que todavía le debe de cuando hace un par de temporadas no podían asumir pese a tenerlo marcado por contrato. Entonces, Piqué fardaba de rebajarse el salario poniendo pantallazos de su cuenta corriente en el banco. Nada más lejos de la realidad: cobraba menos porque se le aplaza, pero no perdona ni un euro. Y es normal. Pero ahora, el nuevo presidente Joan Laporta se debe comer el sapo y seguir con él en el equipo. Y, de rebote, Xavi también se lo come.