La confianza brilla por su ausencia en el FC Barcelona. Asistimos tristemente a las funciones de un equipo cabizbajo, sin sonrisa. Como se echa de menos en estos casos el estado de ánimo que desprendía Ronaldinho Gaucho. Necesitamos una inyección de moral y Koeman no está ayudando.
Sincero como pocos en las ruedas de prensa, el técnico holandés parece sentirse más cómodo ante los micrófonos que en el banquillo. Si bien se agradece su sinceridad, y que sea exigente con los jugadores, también debe ser un poco más inteligente y potenciar la motivación de sus pupilos. Si fallan goles a patadas y lanzan penaltis como si fuesen piedras, habrá que trabajar en mejorar su confianza. Se le llama empatía.
Obviamente son los jugadores quienes tienen que meterla. Pero los cracks también necesitan un mimo de vez en cuando, una palmada en el culo. Les hace falta recobrar la autoestima. Algo que en Cornellà solamente pudo hacer Ousmane Dembelé, el crack más imprevisible. La montaña rusa constante. Un tipo que comete tantos errores, que ya está acostumbrado a tener que reponerse constantemente. Y lo hace, gracias en parte, a un maravilloso talento innato. Lástima que en la final de Supercopa no jugó la prórroga.
El golazo que marcó Dembelé en Cornellà para resarcirse de la pena máxima fallada tras un lamentable lanzamiento por el medio fue clave. No solo para él, sino para la confianza de todos. El extremo francés pegó un chute de autoestima a sus compañeros. Y Koeman, en lugar de hablar de miedo y castigarlos en público, lo que tiene que hacer es trabajar esta cuestión en privado. Talento hay, pero debemos aprender a explotarlo.