En estos tiempos en los que las noticias verdaderas y falsas vuelan, en los que cada vez más abundan los desesperados por colocar un comentario en las redes, en los que los políticos ya no piensan lo que van a decir sino que lo escriben en Twitter como si tuvieran que dar primicias, muchos seguidores del Barça quedan retratados con sus opiniones en un santiamén. En este sentido, el partido contra el Rayo Vallecano ha dejado a más de uno con el culo al aire, sin entrar a hablar de los que apuñalaron dialécticamente a Luis Suárez cuando pasó por una sequía goleadora, o los que siguen poniendo a parir a Dembelé unos minutos antes que el francés anote otro gol.

En su libro Confesiones de un culé defectuoso, Sergi Pàmies explica que hay abuelos que recuerdan la época del Barça de Kubala como una de las mejores pese a que los resultados no fueran los más brillantes de la historia. Y que hay hijos que en esa misma mesa pueden plantear que el mejor Barça fue el del dream team. Y hay nietos que solo han conocido el esplendor de la victoria con el Barça de Ronaldinho y Leo Messi.

Por naturaleza, el culé defectuoso siempre estará pensando en ese Barça que lo cautivó, creyendo que jugadores como Xavi, Iniesta, Puyol nacen cada día. Como también creerán y exigirán que el Barça gane todos los partidos con un juego maravilloso y espectacular, olvidando que eso es imposible. Porque no todos los días los jugadores están acertados, porque no juegan solos, porque tienen rivales que han estudiado para contrarrestar ese juego, porque hay campos donde hay que dejar a un lado el smoking y picar piedra.

Casualidades de la vida, Vallecas aparece en la mente del barcelonista como ese campo en el que Tata Martino se dio cuenta que nunca triunfaría en el Barça: “Había ido a enterrar a mi padre, volví para el partido, ganamos 1-4 y la crítica despedazó al equipo porque había perdido la posesión de la pelota”, confesó el argentino. Valverde podría pensar tres cuartos de lo mismo. Ganó como lo ha hecho mil veces el Madrid, pero entonces se ha hablado de heroicidad. A este Barça, en cambio, no se le perdona ni la victoria, cuando en otros tiempos pedíamos aplausos para la intención.

Cuánta sabiduría llevaba Tito Vilanova el día que dijo: “Perderé todas las comparaciones que me hagan con Pep”. Él y todos los que vengan. Por defecto.