El Barça de Xavi, todavía en fase de construcción, tiene buena pinta. El técnico de Terrassa ha evolucionado el modelo. Apuesta por un fútbol mucho más físico y directo, sin renunciar a la posesión y la posición. Tampoco se discute la vocación ofensiva del Barça, pero Xavi ha introducido matices en su eterna búsqueda de la perfección.

 

Xavi es un enfermo del fútbol. Un técnico muy puntilloso. Tiene las ideas claras y en el Barça actual juegan quienes mejor se entrenan. Es la nueva meritocracia que ha terminado con los privilegios de algunos futbolistas.

En Cádiz, Xavi jugó fuerte. Pensaba ya en el partido contra el Bayern y prescindió de Koundé, Eric García, Pedri, Dembelé y Lewandowski. Al equipo le faltó ritmo y precisión, pero derribó la muralla del Cádiz sin hacer un gran partido. Después, con la entrada de algunos cracks, todo fue muy fácil.

El Barça es ahora un equipo más pragmático y equilibrado. Los papeles están perfectamente repartidos y Xavi sabe que necesita a todos sus futbolistas enchufados. De momento nadie cuestiona su método. Ni tan siquiera Piqué y Alba, actores secundarios.

En la Liga, el Barça ha encadenado cuatro victorias y goleó al Viktoria Plzen en el estreno de la Champions. Las sensaciones son buenas, pero ahora llega la primera gran reválida. Y no es un partido cualquiera. No es dramático, pero sí vital lograr un buen resultado en Múnich ante un Bayern que se ha convertido en una pesadilla para los barcelonistas.

El Barça debe ser valiente en Múnich. Xavi apostará, salvo sorpresa, por su once favorito. Hace un año, el Bayern arrolló a los barcelonistas en el Camp Nou y en el Allianz Arena. El Barça actual, sin embargo, puede competir con cualquier. Ahora tiene a Lewandowski, un futbolista tan elegante como letal. Él mejor que nadie simboliza el gran cambio barcelonista.