Durante la presentación de Jeison Murillo como jugador del FC Barcelona, algunos periodistas dirigieron unas preguntas a Éric Abidal, el hombre que hoy en día tiene el cargo de secretario técnico del club. Sobre el papel, él es el responsable de los fichajes y también de los traspasos.
La incorporación de Abidal al cuadro de ejecutivos de la directiva de Josep Maria Bartomeu avala una tesis que contradice a los que piensan que hay tres Barça: el de la junta, el de Messi y el del entorno. Y solo hay uno, señores. Abidal fue un hombre de Jan Laporta en las últimas elecciones, pero a Bartomeu no le ha temblado el pulso ni le ha dado asco ponerlo en su bando. Como tampoco le importaría incorporar a Jordi Cruyff, cada vez más cerca del club. Y para hacer el Barça más grande hay que pensar así, sin egoísmo, para intentar que el club crezca en todos los sentidos.
Mi admiración por Abidal nace desde el mismo día que anunció que tenía un cáncer de hígado. Multipliqué mi respeto hacia él cuando en 2012 el padre de un niño con un tumor en la cabeza escribió una carta a La Vanguardia en la que explicaba la anécdota de que el jugador francés había pasado por el hospital y le había regalado un reloj que no tenía precio, además de muchas palabras repletas de ánimo.
Abidal, que ha tenido la experiencia de sufrir una enfermedad maligna, aceptó el reto de ser el secretario técnico del Barcelona. Una tarea difícil y siempre cuestionada. Sin embargo, el hombre está respondiendo con creces a la directiva, y es contundente a la hora de contestar a la prensa. Se muestra fuerte y es claro en las respuestas.
Si presenta a Murillo elude cualquier pregunta sobre otros posibles fichajes. Abidal parece conocer perfectamente el entorno del Barça. No le sobran palabras. Es distante, y eso le conviene al club. Y pese a la contundencia del director deportivo, el Barça ha tenido que ofrecer una explicación pública y negar que haya tenido contactos directos con el jugador del PSG, Rabiot.
Una persona que ha pasado por el trance que ha experimentado Abidal no debería ser materia de sospecha. Todo lo contrario. Merece un solemne respeto.