Seis partidos en la primera jornada de la Champions League y hay que volver a acordarse del creador del nuevo sistema de competición, por el éxito que tiene entre los aficionados. Ganan tres equipos visitantes, otro saca un empate en un campo como el de la Juventus, y solo vencen en sus casas, el Madrid, gracias a dos penaltis, y el Tottenham con un solitario gol. En total 23 goles. 10 de los locales y 13 de los visitantes. Puro espectáculo. Nada de miedo a perder. Goles son amores, titular que encantaba a uno de mis primeros educadores en el periodismo deportivo, Josep Maria Ducamp.
La Champions ha cambiado la mentalidad de los participantes. Saben que ahora no hay espacio para
la especulación, tampoco para el fútbol defensivo. Se impone el ataque, el fútbol que emociona y hace vibrar al espectador. Nada más y nada menos que lo mejor que hace el Barça de Hansi Flick, que debutará mañana ante el Newcastle, noveno en la Premier, con 5 puntos producto de una victoria, dos empates y una derrota, pero un equipo que tiene un pobre registro de tres goles a favor y tres en contra. Uno de los pocos conjuntos ingleses que no obligan a pensar en que el Barça tendrá un partido
sufrido o padecerá una triste derrota.
Todo lo contrario. Es una cuestión de confianza, de creer a un Barcelona que, aunque haya titubeado
en tres de los cuatro partidos que ha disputado en la Liga, el domingo pasado dejó una sensación de
equipo que carbura otra vez con la mirada puesta en el gran objetivo de la temporada que no es otro
que la Liga de Campeones. Porque este es el torneo que más le gusta al entrenador alemán, y porque es el título con el que se recupera prestigio y ese dinero que tanto necesita la entidad