Cuando hace ya meses que deberíamos haber vuelto al Spotify Camp Nou, en el centro del debate blaugrana ha aparecido un tema nuevo, recurrente y sin una respuesta clara, el de la afición de Montjuïc que vive los partidos como si fuera un parque temático más parecido a una película de Disney que a un partido de un Barça que se lo juega todo.

El exilio del Barça en el Lluís Companys ha dejado varias cosas claras, una de ellas que los abonados del Camp Nou no han querido trasladarse a la montaña, donde únicamente 17.000 socios han comprado el abono el primer año y 20.000 el segundo, y otro que las facilidades para que el socio se pueda desplazar a Montjuïc son más bien escasas, aunque gran parte de esta culpa es del Ayuntamiento de Barcelona, que permite subir con el medio de transporte que uno quiera cuando hay un concierto masivo pero no cuando juega el equipo de la ciudad.

Otro elemento que ha quedado en evidencia en los partidos en el Estadi Olímpic es el tipo de afición que se concentra en las gradas, donde abunda un aficionado turista que vive esta experiencia como el que visita la Sagrada Familia o un parque temático y no como un partido del Barça donde la afición tiene también un papel importante.

El club intenta compensar las pérdidas por el traslado a Montjuïc con precios elevados en las entradas que compra un público diferente del socio abonado del Camp Nou, que acepta pagar pero no busca un partido de fútbol de su equipo sino una experiencia totalmente diferente, convirtiendo el partido en una experiencia de luz y color sin importar el sentimiento.

Muchos socios hemos tenido que ver como en algunos partidos con resultados muy apretados se empezaba una “ola” por parte de algunos infuencers que buscan visitas y no animar a su equipo, una afición a la que le da igual el marcador o la situación del partido y que molesta al abonado local.

Llegar a Montjuïc y empezar con la tontería absurda de las luces de los teléfonos móviles es algo que no entraba en la cabeza del típico aficionado blaugrana y que ahora se hace por mero postureo y para acontentar a los turistas que visitan la montaña mágica, aunque son los mismos que se han negado a comprar los abonos para toda la temporada.

La prohibición de la Grada de animación ha empeorado totalmente este problema, donde la afición local no tiene quórum para iniciar cánticos al unísono y en muchas veces se ve superada por la afición visitante y, además, ha provocado una evidente división entre los blaugranas, una situación que se hace evidente partido tras partido, aunque mayoritariamente, se pide la vuelta de la Grada de Animación.

Es triste ver como la afición rival anima más que la local, por no hablar de lo que uno siente cuando ve otros estadios con sus gradas de animación empujando a su equipo, como se verá esta semana en el Signal Iduna Park del Borussia Dortmund, o otras aficiones que sienten los colores y no dudan en apoyar a su equipo durante todo el partido de forma coral y mayoritaria.

Ya no sirve la excusa de las supuestas multas, en las que no se ha dado la palabra a la grada de animación para alegar lo que consideren, sino que, además, Raphinha había propuesto pagarlas para que la grada pudiera regresar, por lo que queda claro que es un tema personal, que debería terminarse por el bien de todos, también del equipo de Flick.

Preocupa que en esta situación donde se premia a un socio turista que no tiene ningún apego por el Barça y llega a Montjuïc como el que va a ver un partido de NBA del equipo que sea, se traslade al Camp Nou, donde ya se ha anunciado que habrá una nueva grada de animación sin que queda claro de donde saldrá y donde se siga premiando más el aficionado dispuesto a pagar más que no a animar a su equipo.

Las “olas” con resultados apretados o las tonterías con los móviles, mientras se es incapaz de iniciar los cánticos que han creado tendencia entre la afición blaugrana es un mal presagio para volver a Les Corts con necesidades económicas, todo ello sin que se tengan novedades de cuando se podrá volver ni tampoco, qué va a pasar con la lista de espera, que no se ha actualizado ni tampoco se sabe cuantos abonos tendrán con la vuelta.

No hay que ir tan lejos para ver qué tipo de estadio nos gustaría tener, en la misma ciudad de Barcelona hemos vivido un Sant Andreu – Europa espectacular, lleno de sentimiento, pasión y donde la afición es el verdadero jugador número 12, un alma que no hemos encontrado en Montjuïc y podría no volver al Camp Nou.

Quién nos iba a decir a estas alturas de la película que echaríamos de menos a los “tribuneros”, cuya actitud pasiva nos costaba, pero eran parte de nuestro club y principalmente, de su gran nivel de exigencia.