El fútbol siempre regala sorpresas. Fabrica historias tan mágicas, como inimaginables. ¿Quién hubiera podido pensar que el FC Barcelona podría emprender una transformación tan radical en solo unos meses, sin apenas dinero para fichajes, sometido por las penurias económicas derivadas de una travesía por el desierto que parece no tener fin...? No funcionó como se esperaba el proyecto liderado por Xavi Hernández durante los últimos años. Y nadie podía imaginar que, prácticamente con la misma plantilla, un entrenador llegado de fuera podría liderar semejante metarmofosis. 

El Barça germánico del disciplinado Hansi Flick baila al ritmo del adolescente Lamine Yamal y de la samba goleadora que pone Raphinha (Pichichi europeo con 11 dianas). Bajo la batuta de un mago tinerfeño, Pedri, que se encarga de poner control cuando otros piden aceleración, y la clarividencia de un Dani Olmo que hace buenos a sus compañeros con esa clase para crear en espacios reducidos y leer entre líneas. Los goles de Lewandowski, aunque a veces parece que vaya una marcha por detrás de sus compañeros, han sido necesarios para arrancar una máquina muy bien engrasada en la retaguardia, con Cubarsí --ausente por sanción ante el Benfica-- un Iñigo Martínez que atraviesa por su segunda juventud y unos laterales sacrificados en defensa y creativos en ataque como Koundé y Balde. 

Flick ha conseguido armar un equipo donde todo el mundo suma. Frenkie de Jong parece recuperado, pero el joven Casadó le aprieta por detrás para que no se duerma. Como hacen Araujo y Éric García con los centrales titulares. Igual que Gavi, Fermín y Ferran Torres, ansiosos por aprovechar la menor oportunidad que se presente para sacar tajada de cualquier minuto que les ofrece el míster, enamorado de la buena dinámica, de esa atmósfera de compañerismo y diversión que el alemán atribuye a La Masía. Tras dos sustos en Lisboa, el Benfica no fue rival para un Barça que ya no se esconde. Todos los jugadores lo gritan: "Aspiramos a ganarlo todo"

Pero no será fácil. Una extraña pareja de exbarcelonistas está decidida a hacer de 2025 su gran año. Luis Enrique quiere demostrar que el equipo está por encima de las individualidades y ha conseguido enderezar al caótico Dembelé para convertirlo en estrella del PSG jugando como falso '9'. Tras cargarse al Liverpool en el temible Anfield, son ahora una gran amenaza para el Real Madrid de Kylian Mbappé, que antes debe superar al Atlético en un derbi europeo que se prevé trepidante. Si lo consigue, en cuartos tendrá a otro hueso muy duro de roer como es el Arsenal. Qué caprichoso sería el destino si decidiese que fuese el PSG de Luis Enrique y Dembelé el que acabase, otra vez, con el sueño de Mbappé en la Champions... ¿no? 

Más caprichoso sería aún si optase por brindar una final PSG-Barça, con las cuentas pendientes de la temporada pasada, cuando una pronta expulsión de Araujo desarboló cualquier esperanza de los azulgranas comandados por el legendario Xavi. Antes, los azulgranas deberán tumbar al Borussia Dortmund o el Lille en cuartos de final y, probablemente, a dos pesos pesados como el Bayern o el Inter en semifinales. Como siempre, la Champions se pone apasionante... ¿Qué nos deparará el destino?