La gestión catastrófica de Joan Laporta al frente del FC Barcelona se manifestó desde el primer día en varios hechos que denotaban tanto su incompetencia para llevar una gran empresa como una inquietante predilección por las situaciones límite, acostumbrado quizás a vivir una vida disipada y jaranera.
En nuestra primera colaboración en Culemanía, a principios del pasado mes de junio, ya aventurábamos, bajo el título de 'El peor, en el peor momento', que los socios habían elegido como presidente al peor candidato, lo que ya demostró al final de su primer mandato cuando dejó un balance de 48 millones de pérdidas, que propiciaron una acción de responsabilidad, finalmente, perdonada por Bartomeu.
El populismo barato de la pancarta del Bernabéu (donde deben estar más que contentos de volver a verle) y la mentira de que Messi renovaría ("porque yo le conozco bien y lo arreglo con un asado, lo que no harían los otros candidatos"), le bastó para ganar la presidencia del Barça.
Tras la pandemia, el club se hallaba en una situación muy delicada. Dieciséis meses de "todo cerrado" causaron unas pérdidas de casi 400 millones, que diluyeron los 91 millones de superávit que dejó Bartomeu. Laporta optó por devaluarlo todo, incluido el valor de la plantilla, para generar beneficios rápidamente en su primer cierre de ejercicio y pidió un crédito de más de 500 millones a Goldman Sachs para comenzar la fiesta.
A este pecado original siguió un preocupante desafío a las normas de la Liga y su Fair Play financiero. En su desbocada carrera hacia el abismo, procedió a destituir al CEO Ferran Reverter, a los nueve meses de contratarle, y tomar todo el poder rodeado de aduladores que solo le dicen "sí, bwana". Tras Reverter fueron cayendo otros calificados gestores como Romeu, Meléndez, Llauradó, Budó…
Reverter, que en 2022 fijó una política de severa contención del gasto, se había indignado por las locuras de Laporta y su corte, que fueron desde pagar 600 euros por una botella de vino en una comida en el Botafumeiro hasta regalar al comisionista Darren Dein más de 20 millones por mediar en el contrato de Spotify. La situación no estaba como para malgastar dinero, pero, lejos de rectificar, Laporta volvió a regalar una lluvia de millones a Dein (unos 50) por "mediar" en el nuevo contrato con Nike, una empresa que lleva 26 años trabajando con el club.
A lo que íbamos. En esta carrera hacia el abismo, Laporta ya reconocía en julio de 2022, casi año y medio después de tomar posesión, que tenía un excedente de 600 millones para cumplir con las normas del Fair Play financiero. Rebajó hasta donde pudo los gastos, pero, en lugar de aumentar los ingresos, se dedicó a liquidar patrimonio para tapar agujeros. Primero, vendió por 360 millones a Sixth Street el 25% de los ingresos por TV de la Liga durante 20 años. Y más tarde se inventó la "palanca" de Bridgeburg (antes Barça Visión y luego Barça Studios), que valoró temerariamente en 408 millones, de los cuales 200 debían adquirir inversores varios.
Como era de prever, el castillo de naipes se hundió al fallar los inversores. Pero Laporta ya había activado esos millones en el balance para generar beneficios ficticios en 2023. Al cabo de un año, los auditores le obligaron a pasar tal cantidad a pérdidas. En lugar de plegar velas, Laporta sacó pecho y declaró en junio que "hemos ganado 12 millones en el pasado ejercicio", cuando en realidad hubo 91 millones de pérdidas, y "si no cumplimos el Fair Play financiero es porque no queremos”. Ya al comienzo de la Liga, Olmo se perdió dos partidos al no poder inscribirle, lo que posibilitó milagrosamente la baja por lesión de larga duración de Christensen. Fue el primer aviso.
Y llegó Navidad con el jugador danés recuperado y más de 100 millones por cubrir en el Fair Play. Los jueces le negaron sendas cautelares para inscribir Olmo y Víctor, porque no están para salvar gestores alocados (el agujero a cubrir había pasado de 81 a 158 millones), tras haber ordenado un año atrás la inscripción de Gavi con una cautelar.
Un precipitado viaje a Qatar, en una desesperada búsqueda de 200 millones (que quedaron en 100) a cambio de gestionar 20 años los palcos VIP del Nou Camp Nou, no salvó la desesperada situación. El traspaso del dinero de Qatar Invest a una cuenta del Barça no llegó a tiempo… si es que había de llegar. Javier Tebas, escamado por los incumplimientos de la "palanca" citada y con varios clubs investigando por si favorecía otra vez al incumplidor Barça, hizo lo que procedía: anular el 31 de diciembre las inscripciones de Olmo y Víctor. La Federación, a la que se apeló Laporta, dijo que no puede legalmente enmendar una decisión de la Liga.
A punto de salvarse por la campana. Sino, más de 100 millones tirados por la borda entre traspaso y ficha de Olmo hasta 2030, además de una importante merma deportiva por tratarse de un jugador de gran valía. Laporta culminó así su nefasta, temeraria y negligente gestión, propia de haber gobernado el Barça desde el Botafumeiro y tomar decisiones a la hora de los chupitos.
La única salida de Laporta es ahora la dimisión. Nunca en 125 años de historia la reputación del Barça había caído más bajo.