Ansu Fati se quedará, pese a ser un juguete roto, con una lesión crónica que le ha cambiado la vida por completo. Con una recuperación en la que hizo caso omiso a quienes marcaban el buen camino, se dejó llevar por el ansia del protagonismo y así ha llegado al final de su carrera. Eso sí, con una ficha astronómica en uno de los clubs de referencia del fútbol mundial. Pero, en esta vida, todo se puede mirar desde dos perspectivas distintas: la del vaso medio lleno o medio vacío. Me quedo con la primera opción.
El caso de Ansu debe ser el ejemplo de lo que no se debe hacer. Este aviso debe servir de advertencia para otros cracks actuales que están irrumpiendo con su juventud y talento. El ejemplo más relevante es, sin lugar a dudas, Lamine Yamal. A sus 17 años, comparte un elemento en común muy importante con Ansu Fati: el mismo manager, Jorge Mendes. Este, como todos los grandes representantes, aspira a ganar el máximo y monetizar sus grandes activos, sea como sea. Teniendo en cuenta que Mendes es un gran referente en el mundo de la representación, también se deben conocer los límites de este trabajo cuando el físico de sus jugadores pasa por un momento de debilidad.
Siendo todavía menor de edad, Lamine afronta su primera gran lesión después de hacer caso omiso y llevar a exprimir al máximo su tobillo para acabar sufriendo un percance de grado 1 que era evitable. La recuperación requiere de dos grandes dosis: una es la paciencia que deberá tener Lamine, pero también Mendes. La otra es la capacidad de saber escuchar. Resulta realmente difícil seguir teniendo la cabeza en su sitio cuando pasas de la nada al todo, eres un adolescente y todo el mundo te aplaude con las orejas. Lo de las últimas semanas sobre la Laminedependencia mediática, todavía ha contribuido más a alimentar su ego y, cada vez, es más difícil que su entorno profesional pueda tener voz sobre él.
Esta situación no es nueva en el Barcelona, un club que sabe gestionar las cosas. Si nos remitimos al pasado más cercano, a Leo Messi supieron desvincularlo de las malas compañías de Ronaldinho y supieron trabajarse perfiles de confianza a los que sí escuchaba. Más allá del físico, Lamine deberá trabajar la cabeza para no ser un juguete roto.