La primera parte en el estadio Lluís Companys de Montjuïc frente al Leganés ya nos dio la alerta. Lamine Yamal pidió el cambio en la primera mitad, aunque finalmente optó por esperar al descanso para que los médicos le examinasen bien. Ya en la segunda parte, salió contra todo pronóstico, pero fue sustituido en el minuto 75 al ver que ya no podía seguir más.
El relato es este, pero entre la primera y la segunda parte hay un momento crucial: el descanso en el vestidor. Fue entonces cuando los servicios médicos, siempre desde la estricta profesionalidad, advirtieron que si Lamine seguía jugando era correr un peligro muy grande. Se ha hablado de que el joven decidió, igualmente, forzar la situación dado que el Barcelona perdía por un gol de diferencia, el mismo resultado con el que acabó el partido. ¿Qué debemos esperar de un jugador con la ambición desmesurada que da tener solamente 17 años, quererse comer el mundo y escuchar, día tras día, que es único e imprescindible? Lógicamente, seguir jugando y forzar máquinas. Pero es aquí donde recae la enorme responsabilidad de Hansi Flick, o sea, evitar el desastre mayor que acabó suponiendo que saliera en la segunda mitad.
Un error imperdonable que, sintiéndolo mucho, se suma a otros tantos errores técnicos y de estrategia que recaen únicamente en él. Debe ser el míster quien decida las cosas y no la emoción y la subjetividad del momento al que se ve abocado un jugador. El entrenador debe escuchar al jugador, sí. Pero también a los servicios médicos que insisten en no seguir y, especialmente, recordar el precedente: Lamine ya iba tocado desde el pasado mes de noviembre y ya se resintió de unas molestias en el mismo tobillo derecho.
El resultado ha sido que hemos pasado de hablar de unas molestias a tener una lesión de grado 1. Si nos situamos en el momento, el del pasado domingo, si realmente Lamine Yamal es el único jugador que puede salvar a los azulgranas de la derrota ante un claro candidato al descenso como es el Leganés, quizás es que el problema es mayor de lo que pensamos. Además, si es así, quizás merece la pena jugar sin Lamine 45 minutos que perderlo cuatro semanas, como mínimo.
Con un paralelismo que me viene al dedillo, en la misma situación, desde Barcelona se encendió el aspersor contra el seleccionador español por la lesión de Gavi. Fue un 19 de noviembre de 2023. España se enfrentaba a Georgia en la fase de clasificación para la Eurocopa de 2024 (esa que acabó llevándose la selección de Luis de la Fuente). Una dura entrada sobre Gavi dejó al centrocampista sobre el terreno de juego con muestras de dolor. Las asistencias tuvieron que entrar al campo para atenderlo, quien se probó en la banda y decidió volver a entrar para seguir jugando. Sin embargo, su rodilla derecha le hizo un mal movimiento que le obligó a pedir el cambio y abandonar el estadio entre lágrimas. Los peores presagios se colaron en la mente de los allí presentes y las pruebas médicas lo confirmaron: rotura del ligamento cruzado de la rodilla derecha. A de la Fuente le cayeron muchos palos desde Barcelona.
Misma situación, diferentes protagonistas. Quizás sería bueno enviar al cuarto de pensar al míster alemán para que esté más acertado ante situaciones adversas y, ya de paso, reinvente la táctica. Por cierto, en los dos últimos partidos de Liga, no hemos visto ni un mísero fuera de juego a favor del Barcelona...