El poeta inglés Lord Byron, célebre por sus excesos y extravagancias, reunió un verano de 1816 en Villa Diodati, su mansión a orillas del lago Lehman, a una pléyade de artistas y escritores para pasar una velada a la luz de las velas. Aprovechando la visita, Byron retó a sus invitados a que se inventaran un relato de miedo para acompañar la noche, mientras corría alegremente el vino y los espirituosos. Entre los artistas concitados se encontraba el poeta Percy Shelley y su mujer, Mary. Precisamente esta última gestó esa noche el esbozo de una novela que consagraría el concepto de monstruo. Bajo el título de 'Frankenstein o el moderno Prometeo', la poetisa concibió una criatura, fabricada con piezas de cadáveres, que sigue ilustrando y alimentando los miedos colectivos.
En el FC Barcelona también existen, a su manera, monstruos. Jugadores capaces de aglutinar los intereses del club de tal manera que acaban por convertirse en los amos y señores del castillo. Este tipo de monstruos cuentan con la aprobación unánime de una afición totalmente entregada y con el beneplácito, a veces a regañadientes, de una junta totalmente superada por los acontecimientos. El último monstruo que recorrió las instalaciones del club fue Leo Messi. Su ascendencia, en todos los sentidos, fue de tal envergadura que el nombre del FC Barcelona y el del crack argentino acabaron yendo de la mano de forma indisoluble. Su poder en el vestuario era tan grande que podía quitar o poner entrenadores y aprobar o abortar fichajes. Nadie osaba discutirle nada y quien lo hacía, acababa con sus huesos fuera del club.
Su marcha entre lágrimas se convirtió en un proceso tan traumático en el seno del club que el tiempo en can Barça se mide con un antes y después de Leo. Todo lo que ha venido después de Messi ha sido una auténtica montaña rusa de emociones, con el club sumido en una crisis económica de dimensiones cósmicas, incapaz de afrontar inversiones de calado por culpa del fatídico Fair Play.
Pero hete aquí, que de la noche a la mañana, ha aparecido otro monstruo en el horizonte blaugrana. Un monstruo, salido de las entrañas del Maresme, de una precocidad tan insultante que aún no puede votar legalmente ni mucho menos conducir un vehículo, pero capaz de cargar él solito una mochila de mil millones de euros. La incidencia de este chaval de 17 años en el juego del equipo es tan inapelable que cuando no juega, el equipo se diluye como un azucarillo. En cambio, cuando aparece en el once, el equipo no sólo gana, sino que avasalla.
Su nombre es ya una referencia absoluta para todos los culés. Tanto es así que hasta en el póster del 125 aniversario su figura ha aparecido al lado y con las mismas dimensiones que los otros dos grandes monstruos en la historia del club: el ya citado Leo Messi y Johan Cruyff. No hay duda de que el club ya ha comenzado a rendirle pleitesía a todos los niveles.
Eso sí, mejor vivir y disfrutar del presente y no darle muchas vueltas al futuro. Y es que si es capaz de tener esta influencia e incidencia en el club con 17 años y tras haber jugado poco más de 70 partidos, qué pasará dentro de cuatro o cinco años, con su nombre consagrado a todos los niveles y seguramente con más de un Balón de Oro en sus manos. Aparte del contrato megamillonario, acorde a su rendimiento y potencial, habrá que plantearse muy seriamente varias acciones para satisfacer los deseos y necesidades de este monstruo desencadenado. No estaría mal ir pensando en algunas iniciativas visionarias. Yo, desde esta humilde tribuna, propongo ya una: Spotify Lamine Yamal.