Es necesario puntualizar, antes que nada, que la situación de puertas adentro del Barça hay que deslindarla del momento del primer equipo. Y que los éxitos de este no pueden tapar los momentos alarmantes por los que está atravesando la economía del club, fruto de una gestión tan temeraria como negligente.
Por una cuestión de higiene mental y social hubiera sido deseable que en la última asamblea de compromisarios se hubiera votado la reformulación de las cuentas, en el sentido de que las salvedades del auditor se hubieran incorporado a la auditoría, a fin de saber la situación exacta del club.
No fue así porque los compromisarios decidieron telemáticamente tapar el asunto que, por aportar un ejemplo ilustrativo, es un paso más en el camino del CF Reus, que desapareció hace cuatro años tras ser gestionado por el exgerente del Barça Joan Oliver (no confundir con Ferran Olivé, actual tesorero), al frente de la sociedad Core Store SL como administrador solidario junto a Joan Laporta, que siempre se ha sacado las pulgas de encima en este asunto. Pero lo cierto es que Laporta accedió al cargo de administrador solidario el 31 de agosto de 2011 y renunció el 9 de mayo de 2019, según se comprueba, entre otros, en la web de infonif.economia3.com. También ayudaron en la 'hazaña' Yuste y Sala Martín.
Esa renuncia de Laporta se produjo después de la venta del Reus a los norteamericanos Russell Platt y Clifton Onolfo, en enero de 2019, que se hallaron con un club quebrado, gestionado por un liquidador del juzgado de lo mercantil y eliminado de toda competición en España. La demanda judicial por estafa de 5,9 millones sigue en curso, con Laporta entre los investigados.
Si en el Reus los socios fueron sujetos pasivos de la quiebra y disolución de la entidad, en el Barça nunca se llegará a ese límite por razones obvias, pero lo cierto es que los compromisarios avalaron la gestión con su voto con lo que, llegados a los tribunales, tal coartada sería un argumento importante: "Oiga, señor juez, que a mí nunca me impugnaron las cuentas los compromisarios".
No serviría ni la mentira de que el presidente pregonara 12 millones de beneficios, cuando fueron en realidad 91 de pérdidas (159 sin traspasos), según la auditoría elaborada por el cuñado del cuñadísimo Echevarría, el Rasputín del tinglado, en el buen sentido de la metáfora. Ni tampoco que el patrimonio neto sea negativo por 94 millones, que las deudas con los Bancos llegan a 126, que las deudas a corto plazo ascienden a 577 y las de largo plazo a 725, etc. Todo ello, sin contar el Espai Barça o Nou Camp Nou, que es harina de otro costal y que se supone mantiene sus recursos -y deudas- intactos.
Irónicamente, la situación también se refleja en el cartel del 125 Aniversari. Sin querer, Barceló ha pintado al Barça como un culé electrocutado en ademán inquietante. Quizá sea por la desafección de los socios que se ha manifestado de nuevo en el escaso eco que ha tenido la convocatoria para volver al Camp Nou con la mitad del aforo. Todas las peticiones se han atendido sin necesidad de sorteo.