Tras cinco victorias consecutivas en Liga por parte del Barça de Hansi Flick y con muy buenas sensaciones, posiblemente nadie se podía esperar que el debut en la Champions League del equipo se convertiría en un jarro de agua mucho más fría que la que cae estos días en Barcelona.
El conjunto blaugrana se estrenaba ante el Mónaco con cierto ánimo de revancha tras la derrota en el Joan Gamper, pero toda la euforia de la afición se esfumó tras los 90 minutos reglamentarios, que consumaron la primera derrota en partido oficial del técnico alemán como culé.
La primera sensación que nos vino a la cabeza como aficionados fue la de déjà vu, pues el Barça se despidió de la pasada edición de la Champions con un partido marcado por la expulsión de Araujo ante el PSG y comenzó este curso con una roja directa a Éric García con menos de 10 minutos disputados, acciones que dejaron tocado de muerte el encuentro para los intereses blaugranas.
Sería muy fácil destrozarlo todo y decir que el Barça tiene una maldición europea o cualquiera de los mantras que hemos ido escuchando estos últimos años, pero acogerse a este discurso en la jornada 1 de la Champions tampoco sería correcto.
Ciertamente, el Barça de Flick cayó en su debut europea de la temporada ante el Mónaco, que volvió a aprovechar para mofarse de los blaugranas en redes, pese a que la derrota no fue ni mucho menos como otras ya vividas en temporadas pasadas.
Evidentemente, hay que reconocer que jugando con 10 jugadores todo resulta más difícil y que el error de Ter Stegen y Éric García es grave, más aún en la máxima competición continental, pero también conviene remarcar que el equipo no se descompuso y siguió luchando y dando la cara hasta el final.
Faltando todavía 7 jornadas por disputar de este nuevo formato de la Champions, caer en el desánimo no está permitido. Los de Flick han dado sobradas muestras de que existen muchos motivos para la esperanza y que este equipo tiene mucha hambre de títulos y victorias, con muchos jugadores lesionados y con un juego totalmente reconocible, mejorado y muy trabajado.
Puede parecer que esta película ya la hemos vivido, pero también nos hacemos un flaco favor si caemos en un bucle sin fin donde pensamos más en la derrota que en la victoria, pues al final, la mente humana atrae aquello que piensa.
De las derrotas se aprende y se mejora. Si el equipo debía llevarse un varapalo, mucho mejor que sea al inicio de curso, donde este tropiezo puede tener solución, y no en las eliminatorias de marzo o abril donde un golpe como el de Mónaco te puede mandar a casa.
Viendo que este equipo, con su staff y sus jugadores, están rindiendo a un buen nivel, dándolo absolutamente todo en cada partido, no nos queda más que aceptar la derrota europea con la obligación de seguir adelante. No de regodearse en el tropiezo. Al fin y al cabo, las notas siempre se ponen en mayo y no en septiembre y lo que no te mata te hace más fuerte.
Si alguien se pensaba que la Champions hasta Múnich sería un camino de rosas es mejor que se vaya despertando desde la jornada 1. Y que los extremistas que sólo pueden ver un vaso totalmente lleno o absolutamente vacío entiendan, desde ya, que la vida, como todo, hay que lucharla y sufrirla. Cada momento tiene sus matices, pero lo que no puede estar en duda debe ser la ilusión y el convencimiento claro de que juntos, y trabajando como se trabaja, los éxitos pueden llegar.
Un mal comienzo nunca es definitivo. Toca ser aquella afición que levante la moral cuando las cosas no salen bien para que cuando llegue el momento, celebremos lo que se haya conseguido.
Ser del Barça es justamente eso: una lucha constante contra todo, con fidelidad a lo que somos e ilusión por lo que hacemos; con humildad, trabajo y pasión para llevar este escudo por Europa.
¿O es que celebráis igual aquello que se consigue sin esfuerzo?