Uno de los desastres más grandes del Barça la pasada temporada tuvo Montilivi, donde este domingo rinde visita, como escenario. Allí comenzó todo, sí, todo lo que vino luego que culminó con la destitución de Xavi, tras decir que el Barça ya no es el de antes; o sea, aquel Barça que cuando un entrenador decía "quiero este jugador", el presidente lo fichaba al día siguiente. O sea, una verdad como un templo.

Pero antes de que Xavi dijera esa verdad, el 4 de mayo concretamente, su equipo visitó Montilivi donde, tras dominar en el marcador (1-2) hasta el minuto 74, la entrada de Portu propició que, con dos goles en 10 minutos, más otro de Miguel, el marcador diera un giro humillante (4-2), que pudo ser peor si Koundé y Ter Stegen no hubieran evitado dos goles más que ya se cantaban.

Tras aquel encuentro, una cámara de TV acertó a captar la imagen de un Laporta desencajado, con su fiel escudero Yuste a lado, al que susurró: “Esto no nos puede pasar a nosotros”. Bueno, Laporta había olvidado, sin duda, que en la primera vuelta el Girona había aplicado a los de Xavi un serio correctivo en Montjuïc, con un primer 2-4. Luego, llegó la noche del sushi, aquella que tuvo como escenario el domicilio de Laporta, del que salió Xavi ratificado cuando pensaba que le iban a dar el finiquito. 

Le toca ahora a Flick pasar por la tortura de Michel en Montilivi. El Barça, que de puertas adentro sigue siendo un caos, ha cambiado de estilo de forma radical. Ya no es ese equipo lento y cansino, con más de 700 pases cada encuentro, que jugaba a balonmano con los pies en un tuya-mía sin sentido, que solo facilitaba el repliegue del rival y, de paso, sus contrataques, beneficiados por una defensa adelantada.

Del 4-3-3 archiconocido se ha pasado a un 4-2-3-1, ejecutado con rapidez y verticalidad y presión al rival en la salida de la pelota. Y dicen que los jugadores están muy contentos de haberse quitado de encima un sistema de hace más de 30 años. Atendidos los citados precedentes, el renovado equipo de Michel será una auténtica prueba de fuego para el de Flick con una gran diferencia: mientras el de Vallecas ha fichado lo que ha pedido sin problema alguno, el alemán ha tenido que echar mano de la cantera, a excepción de Olmo, cuya inscripción caduca el 31 de diciembre… si el señor Nike no se apiada antes de nosotros. En efecto, son otros tiempos, sin duda.