Quién nos iba a decir tras el mercado de fichajes que ha realizado el Barça que llegaríamos al parón de selecciones con el equipo líder, invicto y muy buenas sensaciones en cuanto a juego colectivo.

Tras un verano movido, pero más por lo que se ha llegado a decir o especular, que no por lo que efectivamente ha terminado ocurriendo, el barcelonismo llegó al inicio de Liga con un cierto riesgo de implosión, con dudas respecto al equipo y con el entorno situando en el punto de mira al presidente y al director deportivo.

Cuatro partidos después todo el riesgo acumulado a consecuencia del exceso de optimismo o por el malestar que genera el dichoso Fair Play financiero y las inscripciones de los futbolistas se ha disipado y el tema de conversación ha pasado a ser el elevado nivel de juego del equipo de Flick, la solvencia, la presión e incluso, la capacidad de estos jugadores para generar ocasiones que contra el Valladolid terminaron en goleada.

Sin ningún tipo de duda Hansi Flick ha conseguido dotar a su Barça de una mentalidad totalmente renovada, un hambre voraz y un estado físico envidiable, teniendo en cuenta que el verano ha sido largo, aunque no precisamente por la pretemporada, sino por los compromisos de selecciones y las vacaciones de algunas de las estrellas del equipo.

El técnico alemán ha sabido imprimir su sello de identidad en unos jugadores que terminaron la pasada temporada sin ningún título, con poca motivación y visiblemente cansado tanto física como mentalmente, dando paso a un bloque muy sólido, trabajador y solidario, que sitúa como eje principal la presión y la verticalidad en su juego.

El mejor dato del Barça de Flick es, sin ninguna duda, ver que en el minuto 90 de los partidos los futbolistas blaugranas siguen presionando a sus rivales como si el encuentro acabara de empezar y que, tras recuperar el balón, todos buscan situarse en una posición óptima para conseguir anotar, generando múltiples ocasiones y dotando al juego de mucha verticalidad, algo que la afición agradece y disfruta.

El balance que ofrece el equipo es sin duda envidiable, con tantos partidos jugados como victorias conseguidas, una goleada por 7-0 ante el Valladolid, victorias en estadios tan complicados como Mestalla o Vallecas, con polémica arbitral incluida en este último, o incluso una victoria de prestigio ante el Athletic; pero al margen de estos marcadores la sensación que nos dejan los de Flick es que generan juego y ocasiones, que la afición está disfrutando mucho, y que con un poco más de fortuna los marcadores hubieran sido mucho más abultados. 

Posiblemente este mercado de fichajes no han venido los jugadores que realmente se querían incorporar, dejando a Dani Olmo al margen; o bien han salido futbolistas de peso que en otros momentos no habrían dejado el club, pero Hansi Flick ha sabido contestar a estas situaciones convirtiendo a su equipo en un bloque muy sólido y trabajado, donde todos son muy conscientes que deben sacrificarse para el equipo si quieren conseguir éxitos.

Ver a  Raphinha, Lewandowski o Pedri darlo absolutamente todo, tanto en labores defensivas como ofensivas, deja claro lo que transmite el técnico a sus pupilos, su juego y convicción y que, con prácticamente las mismas piezas que ya estaban en Montjuïc la pasada temporada Flick ha creado una mentalidad y un equipo totalmente renovado con un resultado muy diferente.

El gran problema hasta la fecha ha sido la grave lesión de Marc Bernal, que auguraba una llegada al primer equipo digna de mención, pero que por el momento se está solucionando con un buen Casadó y la irrupción de más futbolistas de la Masia, que debutan como si fuera lo más normal del mundo.

Habrá que ir vaciando la enfermería para ver el potencial real de este Barça, cuando el técnico pueda disponer de Gavi, Araujo, De Jong, Ansu Fati o Christensen, pero esta versión al más puro estilo rock & roll gusta tanto a la afición que parece que todos los problemas del club ya forman parte del pasado.

¡Que el ritmo no pare! ¡Salud, rock & Hansi Flick!