Los catalanes y, especialmente, los barcelonistas son muy mitómanos. Necesitan coger a personalidades de carne y hueso, convertirlas en divinidades y, después, recordarlas para poder seguir sobreviviendo. De la Moreneta de Montserrat a Pep Guardiola hay una distancia estrecha. La misma que hay entre la Virgen y Johan Cruyff. Gracias a ello, el barcelonismo ha podido vivir del pasado recordando que, otros tiempos, fueron mejores.
Por suerte, todo ello se ha acabado. Exactamente desde hace cuatro jornadas de Liga. Las correspondientes al Barça de Hansi Flick que ha conseguido borrar el cruyffisimo y el guardiolismo. Ya nadie habla de ellos. Adiós al tiki-taka, bienvenida la Masia, el único concepto que nunca pasará de moda. El alemán es extremadamente inteligente. Lleva cerca de cuatro meses sabiendo que entrenaría el Barcelona, pero se sigue negando a hablar en español o catalán. En paralelo a confirmar que tiene un profesor de lengua y sigue practicando en la intimidad, él continúa hablando inglés en las ruedas de prensa: responde a cuatro preguntas básicas, no da detalles, no ofrece insinuaciones, cierra filas con los suyos y centra su plan con un hermetismo absoluto para ganarse la confianza y el respeto, día a día, de los jugadores del primer equipo.
Un modus operandi inverso al de Xavi Hernández: ruedas de prensa eternas, tirar de la épica del cruyffismo, repetirse más que el ajo con el ADN Barça (todavía no he entendido a qué se refiere) y dar más explicaciones que ofrecer soluciones. Las comparativas siempre resultan odiosas y el de Terrassa hacía demasiadas. Empezó comparándose con Guardiola en la intimidad y acabó haciéndolo con Cruyff públicamente.
El pasado es historia. Y, como tal, no se debe menospreciar. Pero actualizarse, poner el ‘reset’ y entender el fútbol que se debe jugar en el siglo XXI, quizás, también resulta más interesante. El Barcelona cuenta, ahora mismo, con un míster muy inteligente, porque menos es más. Los doce puntos, el cuatro de cuatro, ha sido la gran sorpresa de este inicio liguero. Veremos después, pero nadie le quita el mérito de haber sacado del vocabulario barcelonista, el pesado cruyffismo y guardiolismo de turno.