El presidente del Barça, Joan Laporta, se ha quedado solo, atrincherado. Los pocos buenos profesionales que le acompañaban se han ido para ver como se inmola solo. En septiembre se irá otro alto ejecutivo. Ya saben. Ha rebajado la masa salarial y ha aumentado la masa familiar. El problema es que se llevará al club por delante sin que nadie haga nada y pare este despropósito, esta barbaridad. ¿A qué espera la oposición para movilizarse, por mucha complicidad política, mediática y policial que tenga?
Si muchos socios quieren al Barça como a un hijo es incomprensible su pasividad porque se lo están arrebatando de las manos para venderlo a un árabe o a un singapurense, como Peter Lim, al que Laporta ya asesoró para comprar el Valencia y así está el club che. Cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar.
Es la hora de pasar a la acción. El Barça está en una situación de emergencia. No es el momento de candidaturas todavía sino de movimientos salvadores. Laporta cogió a un enfermo y en lugar de buscar los mejores médicos para aplicarle un buen tratamiento no ha parado de darle de beber y fumar para que empeore mientras se justifica diciendo que ya había enfermado. Parecía muy difícil, pero Laporta lo ha hecho. Se ha equivocado en todas las grandes decisiones.
Llegó en 2020/21 y en lugar de paliar las pérdidas del Covid decidió aumentarlas innecesariamente en 250 millones --lo dijo la auditoría externa que solicitó la Liga--. Ha doblado la deuda porque a la ordinaria de 1.100 millones de euros, hay que añadirle los 800 millones vendidos en ingresos futuros de las palancas, que no es nada más que ampliar el endeudamiento por vivir el presente a costa de los ingresos futuros.
Y aún así, hay problemas para inscribir a jugadores para poder competir en condiciones. O sea, han quemado el dinero. La última palanca es adjudicar a dedo la restauración del nuevo Camp Nou a Aramark por 25 años. Otro ingreso de futuro comprometido. Modificó el proyecto inicial de remodelación del Camp Nou para doblar su coste y adjudicárselo a una empresa turca que no está ni entre las 50 mejores el mundo por 1.500 millones sin tener proyectado un nuevo Palau.
Laporta siempre ha tenido debilidad por los países poco fiscalizados, como Uzbekistán en su primer mandato, y ahora Kirguistán en su segundo. Qué bueno para la imagen del 'más que un club' asociarse a este tipo de regímenes.
Echó a Messi por la puerta de atrás, maltratando al mejor jugador de la historia del club. Es posible que algún día los qatarís expliquen a cambio de qué. Su acierto en fichajes es paupérrimo, como demuestra que de los 28 fichajes realizados en 3 años solo quedan 8. Lleva 7 entrenadores diferentes en 3 años, entre el primer equipo y el filial. Ha convertido el primer equipo del Barça en una ETT (empresa de trabajo temporal) en la que los jugadores están de paso, de forma provisional. Incluso los que dan buen resultado no se escapan de ser transaccionados.
Desde que está Laporta se han hecho más de 150 operaciones de entrada y salida de jugadores entre el primer equipo y el filial en solo 3 años, con sus comisiones e intermediarios correspondientes. Es curioso que sus amigos e incluso, alguno socio, como Pini Zahavi, Jorge Mendes y Fali Ramadani estén siempre por medio.
El último desaguisado es regalar al City al inscrito mejor jugador de la temporada pasada, Ilkay Gundogan, para gastarse 60 millones en rescatar a un canterano, Dani Olmo, que todavía está pendiente de inscripción. ¿No hubiera sido mejor, deportiva y económicamente, quedarse a Gundogan y gastarse 60 millones en un extremo izquierdo o en un pivote defensivo, que es lo que necesita la plantilla?Consiguen que el Barça dé la mala imagen internacional de no poder mantener a sus propios fichajes por una cuestión económica y no deportiva.
Y socialmente, Laporta ha conseguido distanciar al culé del club, con maltratos continuos, poniendo trabas para que no asistan a Montjuic dando prioridad a los turistas, con asambleas telemáticas en las que incluso, el asesor de Laporta, hace el gesto de que corten al socio crítico, y consiguiendo que el Barça tenga menos abonados (22.000) que el Espanyol, (más de 23.000). Ver para creer. Es difícil hacerlo peor mientras la oposición sigue de vacaciones.