El multimillonario sudafricano, Elon Musk, exhibió toda su parafernalia de empresario sin escrúpulos cuando de la noche a la mañana decidió echar casi el 80% de los empleados de la nueva empresa (Twitter) que había comprado por más de 44.000 millones de euros. A los que se quedaron tampoco les esperaba el paraíso, precisamente, ya que el magnate les envió un correo electrónico exigiéndoles máximo compromiso y dedicación, eso traducido en el lenguaje del empresario, era dedicar prácticamente las 24 horas al trabajo. De ahí al esclavismo sólo había un paso, como demostró una empleada, llevándose el saco de dormir al despacho, para perder el menos tiempo posible. Trabajadora que, por cierto, fue despedida al poco tiempo de tiempo de colgar esa imagen en las redes sociales.
Uno no quiere ni pensar qué pasaría si Elon Musk contara entre su plantilla de trabajadores, en este caso altos ejecutivos, con nuestro director deportivo de fútbol, Deco. Sobre el papel, el bueno de Anderson Luis de Souza, ese es su nombre verdadero, tendría pobres argumentos para seguir al frente de su área. Cuando el dueño de Tesla le preguntara por sus méritos, la hoja de servicios de Deco no pasaría seguramente la prueba del algodón. Imagínense la cara de estupefacción del dueño del magnate cuando le enseñara el cromo de Vitor Roque como gran logro de su etapa. Un delantero, fichado a golpe de talonario (30 millones más 31 en variables), que aterrizó sin la bendición del entrenador y que ahora el club se quiere desprender, consciente del error monumental. Un auténtico despropósito.
Tampoco le haría mucha gracia al bueno de Musk saber que uno de los jugadores de la plantilla, Raphinha, había sido cliente del actual director deportivo. Eso en muchas sociedades capitalistas se considera un cruce de intereses suficientemente justificado para descartarle de cualquier cargo.
Pero está claro que en el Barcelona de Joan Laporta se manejan otro tipos de criterios para conceder los puestos a dedo. Desde la marcha de Mateu Alemany, la dirección deportiva del club ha dejado de ser un ejemplo en todo. Alemany tendría sus cosas, pero sabías que defendería los intereses del club hasta las últimas consecuencias. Era un 'tiburón' en un mundo de 'pirañas' y nadie le pintaba la cara. Sus años de experiencia le abrían las puertas a todos los agentes y le convertían en una apuesta segura en el mercado.
Deco ha aterrizado en su cargo como si fuera un becario. Es su primer cargo de responsabilidad al otro lado. Antes era agente de jugadores. Con este parco 'currriculum', difícilmente Musk le hubiera escogido para la dirección, y ya no digamos si le hubiera ofrecido a Vitor Roque como su gran alternativa. Pero, para lo bueno y para lo malo, Laporta no es Musk.