Si alguien entiende la gestión que ha hecho el Barcelona con el fichaje de Vitor Roque, que tire la primera piedra. El Barça incorporó a un delantero brasileño de 18 años hace seis meses. Ahora, tras 353 minutos y dos goles y casi sin oportunidades, quiere sacarlo de la plantilla y el propio Deco ya le ha comunicado a su agente que tiene que hacer las maletas e irse por donde vino.

 

El Barça cerró el verano pasado un acuerdo con el Athletico Paranaense por 30 millones fijos más 31 en variables para fichar a su delantero estrella. En un primer momento el fichaje fue anunciado para el mes de junio de 2024 pero, al lesionarse Gavi, decidieron avanzar la incorporación a enero del 2023, desoyendo las peticiones del entrenador, Xavi Hernández, que reclamó a un centrocampista.

 

Los registros del futbolista en su país avalaban la incorporación. El ariete había anotado 21 goles en 45 partidos, era uno de los grandes artilleros nacionales con un equipo menor de la liga brasileña y se convirtió en  el máximo goleador y el mejor jugador del Sudamericano sub 20. Esto le sirvió para ir convocado por primera vez con la selección absoluta de Brasil.

 

Con esa carta de presentación, llegó Tigrinho. Su mote cuajó entre la generación X. En esta doble vida de las redes sociales, un gesto y un nombre con garra (nunca mejor dicho) son media jubilación. El anuncio fue fácil: un tigre salvaje vagando por la banda de Montjuïc. Y la ilusión se disparó.

 

Sin embargo su llegada no fue acompañada ni del rendimiento esperado, ni de las oportunidades  necesarias para el jugador. Tras anotar dos goles contra  el Osasuna y el Alavés, cayó en el ostracismo y dejó de aparecer en las alineaciones. El futbolista acabó la temporada muy tocado anímicamente y, desconcertado, preguntó a sus agentes si el club quería desprenderse de él.

 

No le falló el olfato esta vez al Tigrinho. El jugador nunca ha entendido por qué a él, delantero centro puro, le lanzaron a la banda. Tampoco entienden en la familia por qué nadie nunca se dirigió al jugador para guiarle, instruirle, ni tan siquiera para preocuparse por él. Ni los entrenadores ni el director deportivo han llamado nunca al despacho a Vitor Roque para preguntarle cómo está, ni advertirle sobre lo que estaba haciendo mal ni animarle a seguir trabajando.

 

El jugador se va sin haber disputado minutos de calidad, acompañado de titulares y en su posición natural. Roque lamenta haberse visto arrinconado en la banda y jugando 10 o 15 minutos por partido, el peor escenario para un delantero joven que necesita cancha para equivocarse. Los números del brasileño antes de llegar a Barcelona y la irrupción en el primer equipo no auguraban un descenso tan meteórico.

Ante esta situación, caben varias preguntas. En esta economía de guerra en la que vive instalado el Barça, ¿Por qué se autorizó una incorporación por 30 millones fijos más 31 en variables si no existía la certeza absoluta de que el jugador iba a ser útil para el Barcelona? ¿En qué posición queda Deco tras este fichaje fallido? Su primera operación ha sido un desastre que no ha sabido solventar. El fichaje del brasileño tiene su nombre en la etiqueta y sin embargo no ha sabido defenderlo. Si Deco creía en el jugador debería haberle dejado claro al entrenador que Vitor Roque era una apuesta estratégica del club, que lo tendría en la plantilla sí o sí y que debía sacarle el mayor rédito posible. Y si no creía en él de buen principio, ¿Para qué se gastó lo que no tenía en él?

 

Deco le dijo a los agentes del jugador que él no podía inmiscuirse en las decisiones del entrenador. Y es una obviedad, ya que las alineaciones las hace el entrenador y nadie más. Pero el director deportivo es el encargado de diseñar la plantilla y si se ha gastado 30 millones más 31 en variables en un jugador, tiene la potestad de pedirle al técnico que le saque todo el jugo posible a los activos de la plantilla. En este caso Deco se lavó las manos y se limitó a decir que Pau Víctor le había pasado por delante y que debía encontrar una salida.

 

Ahora el jugador está buscando una salida en dos mercados: España o Brasil. No contempla ir a otro país por los problemas de adaptación que supondría (otra vez) irse a otra cultura y tener que aprender otro idioma. Vitor Roque se va, a priori, para no volver. El jugador quiere despertar de un sueño que se convirtió en una pesadilla. Sus agentes le están buscando una cesión, a poder ser, con opción de compra. Para amortizar el fichaje el Barcelona debería ingresar 40 millones de euros, ya que tiene 10 más comprometidos con el Paranaense en caso de venta.

 

La gestión de esta operación es muy difícil de entender. Sería bueno que Deco, ante la asamblea, en rueda de prensa o en el formato que él prefiera, ofrezca algunas explicaciones. Que explique  por qué  el club, seis meses después de gastarse 30 millones en un futbolista joven que hemos visto dos ratitos, ha decidido prescindir del jugador.