Hay un gran valor en la segunda era de Joan Laporta: las irrupciones de grandes jugadores que baten récords en salir, prácticamente de la cuna, al terreno de juego de forma directa. Una anomalía que, incluso los expertos y los que más conocen esta casa, no niegan la mayor cuando se les dice que, sin un club arruinado por el penúltimo mandato de Josep Maria Bartomeu, nunca hubieran explosionado o tener la oportunidad de oro que tienen delante. Así que, en otro momento, quizás un Marc Cucurella de turno o un Dani Olmo, no hubieran salido tan a la brava.
Pero el pasado es historia y si miramos el presente, este es un valor que tiene en activo Laporta y ha sabido gestionar reteniendo el auténtico talento de La Masia que, bien gestionado, puede traer grandes victorias si se acompaña de algún peso pesado que mínimamente se puedan permitir.
Y entendiendo que no todo lo que uno desea, puede tener en la vida, también es importante saber gestionar las emociones. Hace demasiados años que prensa, entorno y club hemos perdido un tanto de credibilidad entrando en el terreno de la especulación. Pero lo de estos tres últimos años, quizás porque los tengo demasiado presentes en mi mente por una cuestión de memoria cercana, se me hacen escandalosos. 
Primero fue Ansu Fati que lo bautizaron como el nuevo Messi, le pusieron la presión de llevar el mismo número de camiseta y cayó a la primera de cambio por un padre que no sabe gestionarlo y un mánager que apretó más de la cuenta. ¿El resultado? Un juguete totalmente roto que viene llorando y da, sintiéndolo mucho, más trabajo que cualquier otra cosa para el club ahora mismo.
Después fue el falso retorno de Leo Messi. Incluso recuerdo el verano pasado, cómo se llegó a presionar al mismo Sergio Busquets entrando en el terreno de la especulación sobre lo bonito que sería que volviera... Cuando ambos ya tenían cerradas las maletas para hacer las Américas. Y, este campo, lo abonó el propio club para tener a los monos del circo un tanto distraídos durante un mes caluroso, como siempre lo acaba siendo, agosto.
Y ahora, parece que nos encontramos en las mismas con Nico Williams. Mi apuesta hace un mes, desde esta misma columna, fue un no rotundo a su fichaje. No por ganas, sino por la cruda realidad que impide este fichaje. Y me sigo manteniendo, aunque la esperanza o las motivaciones personales de cada uno, siempre pueden cambiar en el último instante. Lo único que pediría es que, si a la tercera tampoco va la vencida, intentemos ser más exigentes con el trato de información y que el trabajo que buscan ciertas personas, los hagan otros.