Xavi Hernández hace poco más de cuatro meses desataba la tormenta perfecta, aprovechando la clasificación del equipo para cuartos de la Champions, tras eliminar al Nápoles, al recriminar un titular donde se calificaba al Barcelona como el "bufón" de Europa. No vamos en este artículo a ahondar sobre la conveniencia de los argumentos del entonces técnico blaugrana a la hora de apuntar, sin decir el nombre, al periodista en cuestión, ni tampoco sobre la necesidad de sacar a colación una crónica que había aparecido tres meses atrás, pero lo que es una verdad irrefutable es que el FC Barcelona lleva unos años caminando hacia atrás en todos los rankings de la UEFA, como si quisiera emular a la gran Sandra Corcuera, campeonísima española de la modalidad retrorunning.

Ver al Barcelona ocupar actualmente la posición 18 de clubes europeos 'duele' a los ojos. Que un club, donde los dirigentes se rasgan las vestiduras cuando alguien pone en duda que es el mejor del mundo, esté por detrás de la Roma, el Villarreal, el Leipzig, el Bayer Leverkusen, el West Ham, el Benfica, el Atlético o el Oporto es para arrebatarle el pañuelo a la plañidera de turno y no parar de llorar.

Y es que, si de algo se ha vanagloriado en estas últimas décadas el FC Barcelona, es de competirle de tú a tú al Real Madrid. Sin embargo, esta rivalidad se ha ido diluyendo peligrosamente en Europa. Hace tres años que el Barcelona vive instalado en la más absoluta mediocridad en el Viejo Continente, con resultados y derrotas catastróficas, algunas entrando de lleno en la humillación más absoluta, como el 2-8 ante el Bayern de Hansi Flick.

Joan Laporta, que durante la campaña electoral presumía de que con él como presidente, el Real Madrid no había ganado ninguna Champions, se ha tenido que comer ya dos, mientras que ha tenido que soportar desde el palco como su equipo se descosía en noches deleznables, con el epítome de la eliminación en casa ante el Eintracht, ante la presencia de 30.000 aficionados alemanes que convirtieron el Camp Nou en su trastero.

Europa está siendo muy cruel con los blaugrana. Tanto es así que la UEFA y sus coeficientes nos han abocado al sumidero, a los clubes que no huelen una semifinal de Champions hace años. Mientras tanto, el Real Madrid se mantiene intratable, ocupando desde hace más de dos décadas el Top 3. Nosotros también estábamos allí no hace tanto: en el 2015 éramos segundos, sólo por detrás del club blanco. En poco más de diez años, hemos retrocedido 16 posiciones. Puede que el Barcelona no sea el bufón de Europa, pero se está ganando a pulso convertirse en el cangrejo continental.

Veremos ahora si Flick, uno de nuestros últimos torturadores, es capaz de revertir este entuerto. Facilidades tampoco va a tener muchas: el club, por muy metido que esté en el 1:1 del Fair Play, tampoco tendrá músculo financiero para afrontar operaciones de gran calado. Si acaban viniendo Nico y Merino ya se puede dar por más que contento el alemán, porque no parece que vaya a tener muchos regalos más, y si se descuida, aún le traerán alguno envenenado, como le pasó a Xavi con Joao Félix y Vitor Roque.

Mientras tanto, Florentino ya ha presentado a su nuevo galáctico: Kylian Mbappé. Sí, ya sé, el delantero francés ha firmado una Eurocopa mediocre y una Champions muy normalita, pero desborda calidad y talento por todos sus poros. Ya nos hubiera gustado competir con el Madrid por este jugador, pero entre el lastre de una herencia nefasta -se despilfarraron 222 millones de Neymar en bluffs como Coutinho y Dembélé- y el poco tino que ha demostrado Deco hasta ahora, nos deja un auténtico solar, sólo disimulado por los brotes verdes de una Masía, empecinada en seguir haciendo grande este club a base de chavales recién salidos de la ESO.