Si el Barça cerrara sus cuentas el 30 de junio, como debiera ser, tanto la cuenta de explotación como el balance arrojarían números rojos. Esta es la dura realidad, aunque un Laporta eufórico hablara a los senadores de “resultados operativos positivos”, un eufemismo que no contempla intereses ni amortizaciones, pero sí colar ingresos fuera de plazo legal, que es el 30 de junio.
Solo entre los 40 millones no ingresados de Líbero y los más de 30 de la “broma” de Montjuïc. la desviación en el presupuesto es superior a los 70 millones, por lo que el ejercicio se cerrará con pérdidas. Y van tres consecutivos. Si la pasada temporada no se presentó la auditoría hasta el 20 de octubre (20 días fuera del plazo legal otra vez, que son los tres meses posteriores al 30 de junio), ahora se aventura mucho peor porque el auditor tendrá que tragar muchos más sapos para maquillar la verdad. Entre otros, dinero malgastado, como el qué habrá costado el fiasco de Mountain & Co., la sociedad intermediadora que tenía que realizar una “combinación de negocios con socios estratégicos que llevarían al Barça a cotizar en el Nasdaq neoyorquino”, según cita literal. La minuta del fracaso seguro que no aparecerá en la auditoría.
En otros tiempos, cuando no había tanto ocultismo, siempre fue uno de los “big four” mundial de la auditoría (Deloitte, PwC, Ernest & Young y KPMG) el encargado de certificar las cuentas del club. En eso también se han dado pasos atrás, porque Grant Thornton, el actual, figura en el séptimo puesto del ranking. Sin dudar de su buen hacer, hay que compadecer a los profesionales de Grant, que han tenido que ocultar gran cantidad de datos en sus últimos trabajos, que van desde qué percibe el club por su primer patrocinador, Spotify, hasta los nombres de los directivos que aportaron 20 millones para poder inscribir jugadores al término de la pasada campaña. En medio, toda suerte de medias verdades que esconde en la prolija literatura de los auditores de cuentas.
Por otra parte, cabe significar que del cierre de la 22-23 hubo una segunda auditoría que no fue presentada a los socios en la asamblea telemática del 21 de octubre. Dicha auditoría incluía esas “sociedades dependientes” que desprenden un tufillo a pelotazos especulativos, con nombres anglófilos como Lockey, Sixth Street, Bridgeburg y Sudbury, además de la citada Mountain & Co. Y también, sin ir más lejos, Barça Produccions (luego, Studios y ahora Vision) que se intentó vender por 400 millones, cuando no llega a facturar uno al año. De ahí, la urgente retirada de Libero.
Agradecidos tenemos que estar los barcelonistas a Javier Tebas, que prohibió a Laporta la venta de patrimonio para ocultar las pérdidas de su gestión. Ahora, casi tres años y medio después del comienzo del mandato de Laporta, el Barça tiene más deuda, menos patrimonio y menos ingresos.
Pero lo peor, que avala el ocultismo crónico de la gestión, ha sido que en el último ejercicio no se ha publicado la auditoría de la Fundació, que dirige la “cosineta” Marta Segú. Quizá sea porque no se ha realizado, que es más grave. De ser cierto, la pregunta surge espontánea: ¿qué oculta la Fundació?