En los últimos 10 días, el barcelonismo ha asistido atónito a una serie de episodios bochornosos, antagónicos con los valores que debería proyectar la entidad azulgrana. Laporta, como máxima figura representativa del club, ha decidido dejar de fingir y exhibir su dudosa habilidad de juntarse o rodearse de personas con ideologías próximas al fascismo. Su mano derecha, o mejor dicho ultraderecha, es Alejandro Echevarría, más conocido con el sobrenombre de el cuñadísimo. Mintió a la asamblea de socios compromisarios del Barça en 2005 cuando negó ser miembro de la Fundación Francisco Franco, cuyos valores estarían en el extremo opuesto a los que debería encarnar el Barça.
Es inadmisible que una persona así, dirija el club desde la clandestinidad, sin ser directivo ni ejecutivo, pero teniendo una capacidad de influencia y decisión en la gestión del club y paseándose por los vestuarios y las oficinas como si fuera el director general. La mano izquierda del presidente es Enric Masip, con una ideología tan coincidente como reprobable a tenor del contenido publicado en su cuenta de X, con tuits y retuits con mensajes fascistas, racistas y xenófobos. Lejos de rectificar, se ha justificado apelando a la libertad de expresión y cerrando su cuenta, como si el daño reputacional causado al club no tuviera que ser reparado ni su responsabilidad, depurada.
La inacción y el indigno silencio de Laporta y de su vicepresidenta, Elena Fort, responsable de la Comisión de Ética del club, les hace cómplices de esa mácula en la imagen de la entidad. El artículo 11.2 de los Estatutos del club señala la obligación del socio, especialmente de aquel que ostenta un cargo de responsabilidad en el club, de velar por la imagen, el buen nombre y la proyección pública de la entidad. No sería el caso. Por si fuera poco, una semana antes, el presidente del Barça participó en un acto en Castelldefels con Ronaldinho, una leyenda del club, cuya imagen ha quedado muy deteriorada por su apoyo público al expresidente brasileño ultraderechista Jair Bolsonaro, contrario a la homosexualidad, al feminismo, al ecologismo, favorable a homenajear el golpe de Estado del 64 y muy habituado a pronunciar frases racistas.
El acto al que asistió Joan Laporta, fue promovido por el alcalde de Castelldefels del PP, Manu Reyes, que se ha llegado a pronunciar también a favor de la expulsión de los inmigrantes ilegales que han cometido infracciones menores, como los topmanta.
No parece que estas actuaciones de Laporta y de su entorno cumplan con la obligación que prevé el artículo 4.3 de los Estatutos del club de velar por la protección y promoción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos recogida en la Carta Internacional de los Derechos Humanos proclamada por las Naciones Unidas.
Y mientras tanto, el mejor embajador del club es Lamine Yamal, y el fichaje deseado es Nico Williams, dos hijos de inmigrantes que nuestra sociedad no hubiera integrado si pensara como el núcleo duro del presidente.