La moda de los últimos tiempos basada en que cada entrenador lleva a su propio staff técnico seguirá siendo así, en parte, con la llegada del nuevo entrenador alemán Hansi Flick. Si nos cogemos al dicho de que cada maestrillo tiene su librillo, es comprensible y perfectamente entendible que los técnicos quieran rodearse de los suyos ya que en el fútbol, como en cualquier otra profesión, el éxito siempre se basa en un juego colectivo. Ya lo vimos, especialmente, con la llegada de Luis Enrique al banquillo azulgrana, cuando el asturiano se atrevió a enchufar a su propio psicólogo personal, Joaquín Valdés. Y, dicho sea de paso, también lo ha puesto ahora dirigiendo al conjunto parisino del PSG.

Pero el bueno de Flick tendrá una especie de bonus límite para poner a los suyos. De entrada, hay perfiles que seguirán, aunque vengan de las anteriores épocas, por su validez profesional y feedback con los jugadores. Por un lado, el doctor Ricard Pruna. Y, del otro, el entrenador de porteros, José Ramón de la Fuente, con el que Marc André Ter-Stegen confía desde que entró hace 10 años. Pero el mood de enchufar a un grupo de amigos sin experiencia como lo ha hecho Xavi Hernández o el mismo Tata Martino, se ha terminado.

A partir de aquí habrá cambios, pero seguro que hay una pieza estructural que no volverá a ser como antes: la de la parte de preparadores físicos. El rendimiento de los últimos tiempos ha sido demasiado bajo y ya no se trata de dar nombres o incluso destapar algunos perfiles desconocidos para el gran público, sino entender cómo vendrán precedidos: por el aval y la aprobación de la propia presidencia, es decir, de Joan Laporta. El preparador físico y todos los que lo rodean no serán avalados ni propuestos por Flick, sino que serán perfiles que pasarán a gestionarse y nombrarse directamente por el mismo club. No me parece mal, aunque esto se pueda entender como una interferencia demasiado directa a la gestión del míster.

Debemos tener en cuenta que el compromiso de los jugadores también pasa por las exigencias que proponga la entidad, más allá del carácter de los entrenadores. En este sentido, los métodos de preparación física e, incluso de evaluación de cada jugador, se revisan cada tres meses y también el club trabaja para incorporar la inteligencia artificial a la hora de tener más datos físicos que, incluso, puedan ayudar a predecir lesiones o ver qué jugador debe dar más de sí en el campo y los propios entrenos. Adquirir este compromiso y dar exigencia pasa por la propia filosofía del club y no por la suerte, o no, de lo que ponga un entrenador. Estos van y vienen. Las maneras de trabajar, se quedan.