Joan Laporta ha torpedeado de tal forma el proyecto de Xavi Hernández que, ahora mismo, pensar la continuidad del técnico egarense se vislumbra abiertamente como una irresponsabilidad. Me explico: un proyecto necesita sustentarse en tres pilares básicos para funcionar (ilusión, confianza y convicción) y ahora mismo Xavi no cuenta con ninguno de ellos.
Es difícil generar ilusión cuando acabas sin ningún título bajo el brazo, con los bolsillos vacíos y enviando mensajes contradictorios y más bien poco ambiciosos, por mucho que luego intentes recoger cable. Aún más hablar de confianza, cuando el presidente ha dejado caer tu nombre y nadie del club ha salido a desmentir los rumores de salida -más bien todo lo contrario, optando por un cómplice silencio-, y ya no digamos convicción, cuando es sabido que Laporta apostó por Xavi más por necesidad que otra cosa: durante la campaña electoral bromeaba sin reparos cuando el candidato Víctor Font nombraba a Xavi como máximo hacedor de su proyecto deportivo.
Bajo esta premisa, pensar que Xavi puede continuar es una auténtica falacia. Sería apostar por un proyecto muerto, que ha rematado el presidente y sus acólitos, a base de poner palos a la rueda, malmeter y criticar sin tapujos. Porque si Laporta ha dejado caer a Xavi al abismo, tampoco crean que Deco ha movido un dedo para levantarlo, quizás recordando el día que Xavi abogó por Eto'o y no por él ante Guardiola. Las facturas o el karma, vayan ustedes a saber, se acaban pagando.
Es cierto que Xavi tampoco se puede ir de rositas de semejante desaguisado. Esta temporada ha cometido muchos errores, tal vez demasiados, pero muchos han sido por su amor al Barcelona y su etiqueta de hombre de club: dejar ´'mangonearse' sin ruborizarse en los fichajes -aún está esperando que le traigan a Zubimendi o Kimmich-, permitir la llegada de jugadores que no estaban en la lista -Joao Félix y Vitor Roque-, aceptar intromisiones tan lesivas, como que el presidente te haga la convocatoria o buscar en las ruedas de prensa 'enemigos' invisibles, denunciando teorías conspiranoicas, le han dejado al final más solo que la una y con un relato tan ajado como irreal.
A quienes aplaudimos que en enero decidiera ser proactivo y anunciar su dimisión en diferido, consciente que era imposible seguir trabajando en este contexto tan tóxico, nos quedamos ojipláticos, cuando tres meses después, acudía Xavi a casa de Laporta, prácticamente implorando su continuidad y esperando la magnanimidad del presidente.
A partir de aquí, todos los hechos han perjudicado al técnico, con la derrota ante el Girona como punto álgido: el presidente verbalizó sin problemas su enfado, mientras que el director deportivo señalaba sin pudor a Xavi.
En condiciones normales, se apostaría por Xavi como la mejor opción en el banquillo. Entre los posibles candidatos, no hay nadie que conozca mejor la casa y tenga más conocimientos de la idiosincrasia del club, pero desgraciadamente este club no se rige por unos mínimos parámetros de cordura y sentido común. De ahí, que ahora mismo pensar en la continuidad de Xavi, en el contexto actual, es simplemente una entelequia.
Algunos se preguntan por qué no activa alguien una moción de censura, hartos de tanto despropósito. El motivo principal es que muchos son de la opinión que para promover una medida tan traumática ha de haber un delito probado o una acción manifiesta de corrupción en la gestión y no sólo una mala praxis, porque "errores podemos cometer todos", aseguran. Lo que está claro es que si la Fiscalía o Hacienda abren un expediente al Barcelona por el tema de los avales, se podría abrir la posibilidad de una moción, aunque viendo la resignación e indulgencia de la masa social estos últimos años, parece muy difícil que llegase a buen puerto.
Sea como fuere, y volviendo a Xavi, es evidente que ahora mismo la situación apunta a irreversible. Laporta es el máximo responsable de este 'cul de sac' que se encuentra sumido el club. Su falta de criterio, giros de guion y exceso de demagogia, han llevado a la entidad a una situación límite, donde sólo le queda el camino de prescindir del entrenador, aunque los candidatos propuestos tampoco garantizan nada, Pero lo que está claro es que un proyecto que nace ya herido de muerte acabaría, más pronto que tarde, sepultado bajo tierra.