Es evidente que, pese a perder competiciones menores por el camino como la Copa del Rey o la Supercopa de España, ser segundo en la Liga y estar en cuartos de Champions, es un buen camino. Los azulgranas, pese a todo, se han convertido en unos auténticos resultadistas en las últimas semanas: maquillar la realidad a base de sumar de tres en tres y hacer los deberes contra el Nápoles.
Al fin y al cabo, el éxito del fútbol se basa en ganar. Cuando la pelota entra, nos importa un pepino hablar de estilo o ADN Barça. Y me sumo a esta filosofía de vida. Pese a ello, el cómo siempre es importante. No ganar de forma holgada ante las Palmas del grande Xavi García Pimienta, justamente, el día que expulsan por una roja directa a su portero en la primera media parte, me parece alucinante.
Vamos a ser honestos: en el momento que expulsan a Álvaro Vallés y sacrifican a Munir para jugar con 10, el partido se debería haber terminado. Y no fue así. Y los azulgranas ganaron por la mínima, 1-0, en casa, el estadio Lluís Companys de Montjuïc.
Yo no sé vosotros, pero viendo este último partido, veo clara la superioridad del Real Madrid, aunque solo haya una posición de diferencia en la clasificación. Y también viendo el último Classique del Marsella ante un PSG que se impuso sin la ayuda existencial de Mbappé, por 0-2, tampoco podemos negar que los de Luis Enrique tienen un equipazo, aunque sea a base de estrellas individuales.
Es un paso muy corto el que marca la diferencia de ser un campeón o no serlo, pero la calidad entre unos y otros es demasiado abismal. En este momento, ser azulgrana, solamente pasa por aferrarse a una máxima: la magia del fútbol, aquella victoria que no sabes cómo, pero ha llegado y lo ha revolucionado todo.
Cuando pase este hipotético sueño, se deberá reflexionar y crear un equipo que pase, desde la propia directiva, por dos objetivos claros: creer en el míster, tanto si sigue Xavi o no, de principio a fin. Y esto incluye también la planificación previa a la temporada. Y mantener un espíritu intocable de la Masía, seguir confiando en ellos y no rellenar el resto del equipo con chuflas de jugadores demasiado bien pagados.