Una buena racha de resultados ha roto como una ola plácida a los pies del Barça, dejando al equipo frente a un horizonte de relajada simetría: once días para recuperar tripulantes y coser las velas en el dique seco, y otros once de travesía por el primer mar verdaderamente proceloso de la temporada. No ha sido frecuente en el Barcelona de la 23-24 un periodo de calma tan absoluto, el cual podría haberlo sido aún más si al Real Madrid se le hubiera caído algún otro puntito por la borda. En cualquier caso, en mar abierto las tormentas siempre llegan, y no es lo mismo afrontarlas presa de los mareos que con marinero descaro.
Es tentador hacer trinchera del optimismo en clave azulgrana, más aún cuando los buenos resultados han llegado de forma inesperada. Con un equipo de circunstancias, golpeado por las lesiones, avasallado por una perenne fragilidad y en equilibrio sobre el tétrico alambre del parón de selecciones. Pero, contra todo pronóstico, el Barça no ha sido balsa sino rompehielos. Tras infinidad de reinvenciones de un centro del campo tan vital como ingobernable, resulta que asomar ahí a Christensen y alinear de interiores a Sergi Roberto y Fermín junto a Gündogan ha dado resultado. Y así, no tanto por criterio como por pura necesidad, Xavi logra dar sentido a su rocambolesco periodo como interino no solo con el qué, ganar, sino también con su credo: el cómo.
Por primera vez en esta campaña, el barcelonismo ha disfrutado durante varios partidos de un equipo reconocible. Un poco atarantado, pero de juego fluido, capaz de sincronizar la espontaneidad y la estructura. Más entero en la retaguardia, menos impreciso en la delantera, fresco y a la vez intenso, sus victorias han florecido sobre el césped y recompuesto a muchos de sus titulares: Lewandowski ve puerta a menudo, Lamine ha cogido definitivamente el carril rápido, Cubarsí contagia de confianza a Koundé, Araújo esprinta menos y se cuida más, Raphinha recuerda al que empujó discretamente al Barça hacia el título de Liga hace más o menos un año y los Joaos, en la Declaración de la Renta, salen ya seguro a devolver.
El mayor peligro para el Barça es, precisamente, que todo le ha salido lo mejor posible justo cuando el azar de las lesiones y los contratiempos han tenido más peso. Dijo el famoso escritor de ciencia-ficción Arthur C. Clarke que "cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". Por desgracia, no sucede al contrario. Y el reciente derroche de magia del equipo de Xavi no significa necesariamente que hayan logrado un verdadero y calculado equilibrio en su propuesta futbolística. Ni que este sea reproducible ante dos rivales, el PSG y el Real Madrid, que son especialistas en desmontar tramoyas y desarbolar navíos.
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