Las famosas vacas sagradas continúan existiendo en el vestuario azulgrana. Es obvio que no tienen la repercusión mediática de los Messi, Piqué o Busquets, pero siguen existiendo. Un club como el Barça siempre tiene este perfil y ahora se encarnan, por precio, experiencia y currículum en tres nombres propios: Ilkai Gundogan, Robert Lewandowski y Frenkie de Jong. Me pregunto cómo estos profesionales de tan dilatada trayectoria pueden escuchar y hacer caso a un Xavi que, él mismo, se ha puesto en el centro de la diana. ¿Cómo un exCity como es Gundogan escucha a un míster cuando salen 10 nombres cada semana para reemplazarlo? ¿Cómo un exBayern como es Lewandowski escucha a un míster que le ha dicho que en junio se marcha?
Pese a todo, el rendimiento bajo es una tónica global, pero hay destellos de luz. Las cosas se deben decir: aunque estos dos últimos no estén dando el rendimiento que se espera de ellos, es evidente que hicieron un buen partido ante el difícil Alavés y que ambos son los que suman más minutos jugados en esta Liga actualmente, 3.575 para ser exactos.
En la lejanía está Frenkie de Jong que, ya de entrada, cae en este ránking de minutos jugados y se sitúa en octava posición con 1.296 minutos. Por cierto, si vamos al detalle, para Gundogan le corresponden 1.896 y para Lewandowski, 1.679.
Pero más allá de la cantidad, existe la calidad como otra gran virtud. Y, en estas, anda bastante escaso Frenkie de Jong. Precisamente, ante el Alavés, no se sumó al carro de los otros dos y quedó en un discreto segundo plano con una actuación simplista y siendo uno de los principales responsables del gol de los vitorianos, sumado a la pésima defensa azulgrana.
A De Jong ya no lo quería la directiva azulgrana en verano de 2022 y se lo querían sacar de encima. Él, se reivindicó como un jugador de nivel y se desmarcó del pasado del expresidente Josep Maria Bartomeu, apelando a que de toda la paja, él era de lo poco que mínimamente se salvaba.
Este interés del jugador coincidió con un interés personal suyo: tanto él como su esposa se sienten extremadamente cómodos viviendo en Barcelona y, de hecho, justo en el verano donde se le miraba de dar salida, él empezó a hacer unas reformas de gran magnitud en su casa de un barrio bien acomodado de la ciudad condal.
Más allá del dibujo que ha quedado en el medio campo, sin un pivote que controle como lo hacía Busquets, el neerlandés está cometiendo errores impropios de un líder que, ahora, tampoco tiene vocación de dar más de él. Quizás porque tampoco confía en Xavi, como tampoco en un club al que se ha querido quedar por interés, pero que cuando han empezado a salir mal las cosas, le ha faltado empatía para dar el callo. Se acuerda de que lo quisieron echar y, en una actitud más propia de un niño con un berrinche, se resiste a dar un esfuerzo extra que su ficha y su posición de vaca sagrada le deberían exigir por compromiso profesional. Los jóvenes necesitan referentes y el equipo capitanes de nivel.