Queridos Reyes Magos, para este 2024 pido un poco más de dignidad para este oficio que se llama periodismo. En las últimas semanas hemos podido escuchar a Xavi lamentarse porque cuando el Barça gana o hace las cosas mínimamente bien, nadie lo felicita. Y yo me pregunto: ¿Acaso a mí me felicitan por ir a trabajar cada día?
Los futbolistas y los entrenadores se han acostumbrado tanto a vivir como estrellas del rock en las últimas décadas que ya se sorprenden, incluso, cuando perciben bajas dosis de pelotismo y adulación absurda por parte de nuestro colectivo. Seguiremos dignificando esta profesión ante otra igual de lícita y necesaria para el siglo XXI como son los streamers. Pero no nos equivoquemos: un periodista no es un enemigo de nadie, aunque tampoco es un amigo. Si quieren este oasis, pueden seguir dando mil entrevistas a los streamers por cero a los periodistas. Pero la resiliencia de todos nosotros debe ser fuerte y anteponerse a cambiar los principios por los que, teóricamente, existimos.
Ya en clave azulgrana, también pido que paren de llamar encuentros off the record a lo que es una rueda de prensa improvisada para cantar el panfleto propagandístico de turno y que, posteriormente, los medios lo repliquen como loros de repetición. Para muestra, un botón: la nueva lesión de Pedri que el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, dio en la última comida navideña con los periodistas. Al momento, aquéllos que tuvieron la suerte de comer escudella con los directivos, cantaron al dictado la versión oficial de esta lesión que, agradeciéndole, el presidente confirmó. Pero no nos olvidemos de que el caso Pedri ya hace tiempo que trae cola. Hace pocas semanas escribí en esta columna que, según su entorno directo, la lesión de Pedri es, literalmente, un caso aparte respecto a las otras lesiones que sufren o puedan sufrir sus compañeros de equipo. El tema es mucho más tenebroso de lo que algunos no se atreven a decir.
Y, para terminar, el tercer propósito. También pido a los periodistas que dejemos de agradecer los pesebres que nos den. Me refiero a fotografiar, por ejemplo, el menú navideño del Barcelona y destacar que se come unos canelones como si diéramos a entender que pasamos, literalmente, hambre. O que nos emocionemos por recibir una botellita de lo que sea a cambio de un post en Instagram. Nunca nos podemos vender y menos hacerlo de esta forma tan rastrera.
Os deseo un feliz año nuevo 2024 y que el carbón se lo coma quien se lo tiene que comer.