Muchos se echaron las manos a cabeza cuando Xavi salió tras la derrota ante el Girona argumentando que el equipo "aún estaba en fase de construcción". Los más críticos se mofaron directamente, volviendo a poner en duda la capacidad del técnico de dirigir una nave tan grande como el Barcelona. Otros aprovecharon la coyuntura para recordar que el técnico del Girona llevaba sólo dos meses más que él en el cargo y sí había conseguido una evolución ascendente del equipo, mientras que algunos pocos intentaron matizar las palabras del entrenador, recalcando que aún no se juega como a Xavi le gustaría.

Lo cierto es que el equipo, aparte de la Champions, donde se ha clasificado con una jornada de antelación --el potencial de los rivales del grupo también han ayudado lo suyo--, está teniendo un rendimiento muy inferior al curso pasado, sobre todo en Liga, donde el equipo se aferró al liderato en la jornada ocho y ya no lo dejó hasta el final.

Ahora mismo ocupa la cuarta plaza, empatado con el Atlético, pero con un partido menos para los colchoneros, a cinco del segundo, el Real Madrid, y a siete del sorprendente líder, el Girona. Un balance que deja un poso de preocupación en el club, superado ya más de un tercio de competición.

Pero la frialdad de los números no puede esconder la realidad. La dirección deportiva no ha podido o no ha sabido encontrar los sustitutos de dos piezas que la temporada pasada fueron vitales. Estamos hablando de Sergio Busquets y Ousmane Dembelé. Es sabido que Xavi intentó hasta el último día convencer a ambos para que siguieran. El de Badia era el ancla y el timón del equipo, jugándolo prácticamente todo pese a sus 34 años, mientras que el francés, pese a su irregularidad, era el jugador más desequilibrante de la plantilla y con mucha diferencia al resto. En el club, con la caja de caudales llena de telarañas, optaron por Oriol Romeu, tras los intentos frustrados de Martín Zubimendi, Joshua Kimmich y Marcelo Brozovic, mientras que por Dembelé no se acabó de agitar el mercado, con el convencimiento que Ezra Abde se quedaría -se despidió a la francesa el último día de mercado- y aún con la fortuna de que un chaval de 16 años, Lamine Yamal, empezaba a deslumbrar por la banda.

El caso de Romeu es especialmente frustrante para el club: llegó con la etiqueta de jugador físico, contundente y con buen toque de balón, pero tras unos partidos iniciales ilusionantes, su juego ha tenido tantas lagunas que ha acabado desapareciendo peligrosamente del once. Ha tenido que ser mayoritariamente Frenkie de Jong quien ocupara su vacante, aunque ya se sabe que al holandés le gusta más ser un alma libre en el mediocampo.

A estas dos bajas vitales, se sumaron además la de Eric García, un central que Xavi contaba sí o sí en su proyecto, Frank Kessié, Jordi Alba y Ansu Fati. Jugadores que sumaron minutos y que dieron más de un punto al contador gracias a sus goles.

Si miramos los refuerzos de este verano, parece claro que el que más rendimiento está dando es Íñigo Martínez, aunque las lesiones le están impidiendo tener continuidad, mientras que Ilkay Gündogan es el hombre más utilizado por Xavi, por delante incluso de Marc-André ter Stegen. El resto de incorporaciones están teniendo más o menos presencia, con los Joaos como grandes dinamizadores, pese a sus altibajos.

Además, hay que tener en cuenta que algunos jugadores como Robert Lewandowski tienen un año más que el curso pasado, por lo que sus prestaciones han bajado de manera incontestable. La inminente llegada del brasileño Vitor Roque podría espabilar al polaco, que desde su llegada no ha tenido un relevo en condiciones.

Con todas estas cartas sobre la mesa, sería razonable dudar si la actual plantilla es mejor que la del curso pasado. El debate está abierto. Seguramente para algunos está más compensada, pero para otros, la falta de un pivote y un extremo desequilibrante es un gran hándicap respecto al año pasado. Lo que es incuestionable es que se ha adelgazado el número de fichas del primer equipo: actualmente sólo hay 19. Una cifra que obliga a hacer encaje de bolillos a Xavi para configurar las convocatorias: a poco que tenga dos o tres lesionados, no llega ni por asomo a las necesidades mínimas.

Inmerso en estas preocupantes arenas movedizas se está moviendo Xavi: adaptándose a las carencias económicas, driblando crisis tras crisis, lesiones tras lesiones, y rumores tras rumores sobre su futuro. Y aun así hay gente que le sigue señalando como el gran culpable y criticando que el juego del equipo no evolucione un día sí y otro también. Sería bueno empezar ya a ser más realista y pragmático: no hace falta salir a palestra, como Ronald Koeman, para decir "esto es lo que hay". Pero la verdad es que los deberes en algunos casos no han acabado de hacerse bien o directamente ni se han hecho, ya sea por convicción, obligación u omisión.