Hay situaciones en los grandes equipos de fútbol que por mucho que pretendan ser endulzadas no obtienen el beneplácito de todo el mundo. Y más si se producen en momentos en los que los resultados son negativos. Entonces provocan más reproches que elogios. Es el caso de los cambios llevados a cabo a última hora en la convocatoria para el partido de esta noche contra el Amberes, y de la que Xavi Hernández ha reconocido que tuvo que modificarla y colocar a los que quería dejar en Barcelona tras ser consensuada con el presidente, Joan Laporta, y con el director deportivo, Deco.
Me gusta la sinceridad de Xavi, que no esconde nada ante la prensa, pero hay temas que sería más conveniente obviar. Causa mala impresión que parezca que el entrenador no tiene la responsabilidad absoluta sobre el vestuario y, en cambio, permita la intromisión de ajenos al cuerpo técnico. El vestuario es sagrado, dijo un día Pep Guardiola que prohibió la entrada a todos los directivos. El afán de los dirigentes comienza por "consensuar" la convocatoria y acaba decidiendo la alineación. Xavi explicó que los cambios obedecieron al hecho de que el equipo tiene que dormir en la ciudad belga y quiere hacer piña, estar con toda la plantilla, ver vídeos y charla. Puede ser, pero la verdad es que en este entorno tóxico del Barça la decisión no huele bien.
Hay voces que sostienen que el presidente Joan Laporta ha prohibido a sus directivos que critiquen en público a Xavi Hernández. Y eso me parece una buena medida. El técnico ya está siendo criticado suficientemente por medios de comunicación y las redes sociales como para que desde dentro siembren semillas de mal rollo. Pero ya se sabe que los periodistas siempre tienen una garganta profunda dentro del club que lo canta todo.