En el estadio Lluís Companys de Montjuïc se viven, en los últimos tiempos, dos hechos en paralelo insólitos: una afición de 10 que aplaude incluso antes de empezar el partido para animar al equipo y, del otro lado, un vacío a nivel cuantitativo. Así que, mientras la gran mayoría de los espectadores que asisten dejan atrás el espíritu tribunero cuando ven salir a Xavi y los suyos y decide animarlos pese al esperpéntico fútbol que procesan, con excepción del último encuentro contra el Atlético de Madrid, hay, al mismo tiempo, un espíritu de desencanto global que no anima a la afición a acudir al estadio. Quizás por eso, los que realmente van al campo, sí creen en el equipo, tienen los ánimos que a muchos azulgranas les falta viendo el panorama y, por lo tanto, solamente quedan los más fieles.
De causas puede haber muchas: desde el tiempo meteorológico hasta el cambio de chip en el consumo de ocio donde el fútbol no es el único rey, pero especialmente, la excursión que supone ir a la montaña encantada y, encima, con las pocas facilidades que ofrece un club para seguir teniendo un asiento con tarifas por las nubes y mil instrucciones virtuales para seguir conservando el culo en una silla.
Es difícil dar con la diana de un aspecto concreto, pero los datos invitan a la reflexión profunda. Y son los siguientes: los 34.568 aficionados/as del domingo pasado ante el Atlético de Madrid son números similares a los del último Trofeo Joan Gamper o a los de partidos segundones en Copa del Rey. Véase como ejemplo los 38.505 espectadores registrados el 5 de febrero del año 2014 contra la Real Sociedad. Un registro de mínimos que se dio con el famoso invento del TBO, el Seient Lliure. ¿Primera conclusión? Cuando tocan el modus operandi de repartir carnés, ahora y antes, se equivocan.
Otro dato. Pese a la limitada capacidad del Lluís Companys con 55.926 asientos ante el ya derrumbado Camp Nou de 99.354, los datos porcentuales siempre eran mayores en este, salvo excepciones. Nuevamente, el pasado 25 de enero, contra la Real Sociedad tan solo se registraron 59.610 aficionados en el ya Spotify Camp Nou; o los del 24 de noviembre del 2022 contra el Bayern de Munich con una discreta entrada de 46.967 aficionados.
Si vamos al ahora más inmediato, el problema se empezaba a oler desde hace días. Casualidad o no, la debacle de aficionados coincidió esta temporada en el primer partido del Barcelona en Montjuïc tras los ataques de Hamas y el sentimiento de retorno al miedo terrorista a escala global. Los hechos ocurrieron un 7 de octubre y fue el 22 de octubre cuando se produce la entrada más baja, 38.194 aficionados ante el Athletic Club de Bilbao. Por cierto, fue en domingo y también a las 21.00 horas. Como el pasado domingo ante los del Cholo Simeone. En periodismo, las casualidades no existen y, en el fútbol, menos. Pero la reflexión es necesaria si se quiere revertir la caída en picado que experimenta la afición del Barça.