Tres años ha tardado el Barça para volver a los octavos de final de la Champions. Una de las mejores noticias que ha recibido el barcelonismo en los últimos tiempos. Y no me refiero a los resultados. Hablo del luto por el fallecimiento de un entrenador como Terry Venables, que en su primera temporada conquistó el título de Liga y en la segunda abrazó la Copa de Europa, que se escapó en una tanda de penaltis infame ante un adversario inferior.

Le pedí a mi amigo Graham Turner, que fue el traductor de Venables, que me diera una opinión sobre el entrenador, con el que compartimos alguna comida y muchas conversaciones. "Era la versión del culo inquieto. Por eso escribía novelas, cantaba, apoyaba los proyectos musicales de su hija Nancy. Como entrenador siempre practicó la presión alta, los blocajes, la protección de las bandas. A él le venía corto ser entrenador del Barça después de ser manager en el fútbol inglés con poderes sobre fichajes, fichas, primas, de aquí los roces con gerencia y presidencia. Me quedo con la lealtad con los suyos y sobre todo con su sentido del humor. Nos reímos mucho".

Eran otros tiempos. No conocíamos eso del ADN, ni eso de que el estilo es primordial. Nunca a Venables se le discutió su capacidad como hoy se pone en duda a Xavi Hernández, al que hoy habría que elogiar el acierto de colocar a Joao Cancelo en el lateral izquierdo.

Pero sí hay un futbolista crecido en la casa que es agradecido con Terry Venables, ese es Ramón María Calderé. Como seguramente Xavi siempre llevará en su corazón a Louis Van Gaal. O Pep Guardiola a Johan Cruyff. A Calderé le pedí también su opinión sobre el inglés. Fue contundente: “Particularmente he sentido mucho su perdida. Era una persona con muy buen humor, encantadora. Bueno, apostó por mí. Desde un primer momento, en una conversación privada me dijo que me trataría igual que a todos los jugadores de la casa y que tendría mi oportunidad. Lo llevaré siempre en mi recuerdo, en mi corazón. Confió en mí. Fue un gran innovador, fue un privilegio estar con él. Y que me hiciera debutar en el primer equipo, en el primer partido de Liga contra el Madrid en el Bernabeu. Nunca me llamó Calderé. Siempre me dijo Ramón, amigo. Qué voy a decir de él. Fue mi padre futbolístico".

No se olvidó el Barça de dedicar un minuto de silencio al técnico inglés en el partido que certificó su pase a los octavos de la Champions. Terry lo merecía.