El Barça vive en una montaña rusa de emociones. Su estado de ánimo cambia de manera brusca en función de uno o dos resultados, más allá de la delicada situación económica de la entidad y el ambicioso proyecto de reforma del Camp Nou. Joan Laporta salvó el curso pasado gracias a la Liga, pero el actual ejercicio ha comenzado con mucha curvas. Tras recibir el visto bueno de sus cuentas, ahora está preocupado por las malas vibraciones que trasmite el equipo de Xavi Hernández.
Xavi sabe que está bajo presión. Ha llegado la hora de tomar decisiones, aunque sean impopulares. El Barça necesita nuevos estímulos y su entrenador debe mejorar el rendimiento del equipo. En la Liga está a cuatro puntos del Girona y a dos del Real Madrid y en la Champions acabará la fase regular en primera posición si derrota al Oporto. Los resultados no son del todo satisfactorios, pero mucho más preocupante es el juego.
Hace un año, Xavi encontró la fórmula para que el Barça ganara la Liga con suficiencia. Su equipo era muy solvente. Apenas encajaba goles. Con Gavi de mediapunta y Koundé de lateral, el Barça concedía muy poco. Ahora tal vez ha llegado la hora de potenciar otra vez la sala de máquinas. La recuperación de Frenkie de Jong es una buena noticia.
Xavi también necesita la mejor versión de Pedri, que se diluye día tras día. Y de Lewandowski, que busca nuevos socios. Laporta y Deco han avalado últimamente al técnico del Barça, que necesita tranquilidad. En el panorama no se vislumbra una solución mejor. Al menos, a corto plazo y difícilmente para el curso siguiente.
Laporta también tiene el reto de mejorar las cuentas del Barça. Si meritorio ha sido el recorte de la masa salarial, ahora llega la hora de conseguir nuevos ingresos. De potenciar la marca Barça. De vender ilusión. El problema es que faltan buenos profesionales en el club. Buenos ejecutivos.
Las urgencias condicionan el mandato actual de Laporta, cada vez más ilusionado con el futuro Camp Nou. El nuevo campo era necesario y cada vez parece más acertada la ambiciosa reforma de la actual directiva. El problema será su financiación, pero el mandatario culé hace bien en vender ilusión. El nuevo Camp Nou era necesario y debe simbolizar el regreso del Barça a la élite.